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¿Puede una agenda urbana ser un plan estratégico? La experiencia de Pamplona

Las palabras “estrategia” y “estratégico” es algo que nos evoca siempre al ámbito militar, quizá porque históricamente las mayores movilizaciones de recursos de la humanidad han sido, por desgracia, para la guerra, y tener una buena estrategia es algo que puede inclinar la balanza en el campo de batalla. Hace miles de años que los líderes militares lo saben.

No hace mucho tiempo que hemos empezado a aplicar la “planificación estratégica” a otros ámbitos más pacíficos como los negocios o la gestión urbana, ya en la segunda mitad del siglo XX. Y a pesar de que la planificación estratégica urbana tiene ya más de 30 años de existencia, sigue siendo una práctica poco extendida en la gestión local, al menos en España.

La planificación estratégica es una herramienta que puede tener muchos usos y se puede aplicar a muchos campos: el militar, el empresarial, el territorial, el urbano, el organizacional, etc. Y las palabras “estrategia” o “estratégico” las usamos de manera cotidiana y las oímos a menudo en los medios de comunicación o en declaraciones políticas, empresariales o institucionales. No obstante, eso no quiere decir que siempre usemos estas palabras correctamente, ya que las solemos emplear como sinónimos de grandeza o importancia. De hecho, la RAE, en mi opinión, no acierta mucho en la definición de los términos. De todas las que propone, me quedo con la acepción de “estratégico/a” como “De importancia decisiva para el desarrollo de algo”, aunque yo sustituiría “desarrollo” por “consecución”.

Hoy en día, a muchos de los planes sectoriales que la administración aprueba se les pone la calificación de “estratégico” sin haber sido elaborados con metodologías de planificación estratégica. Y cabe preguntarse: ¿qué es realmente estratégico? Y no es una pregunta baladí. Cuando en el Ayuntamiento de Pamplona quisimos lanzar un proceso de propuesta de proyectos “estratégicos” hicimos un esfuerzo por determinar claramente qué significa aplicado a nuestro caso: que contribuya a los objetivos acordados, que incorpore los valores horizontales, que integre las distintas políticas sectoriales, que suscite consenso social, que sea viable, que promueva la cooperación y que tenga un elevado potencial transformador. A esta conclusión llegamos, que no quiere decir que sea la correcta, pero seguro que al menos se aproxima.

Como he mencionado anteriormente, la estrategia se puede aplicar a muchos ámbitos, pero, para mí, hay dos tipos básicos de planificación estratégica: las que consiguen su propósito y las que no. En el ámbito empresarial, por ejemplo, es muy fácil comprobar si la estrategia ha tenido éxito o ha fracasado. Un ejemplo de fracaso sonoro es el de la empresa Kodak: dominadora del mercado fotográfico mundial durante décadas y creadora de la primera cámara digital (1975), Kodak ignoró los informes que decían que el futuro era la fotografía digital para centrarse en el revelado fotográfico. Cuando quiso reaccionar ya era tarde, y en 2012 la empresa quebró. Muy recomendable la lectura de este caso en este artículo de El Definido (Juan Reyes, 2016), del que me quedo con los tres aprendizajes: pensar “fuera de la caja”, no descuidar el “clima social” y tener capacidad de adaptación. ¿Podemos aplicarlo a las ciudades? 

En esta historia se produce un cambio tecnológico y social (de lo analógico a lo digital) que me hace reflexionar si la planificación estratégica urbana está adaptándose a los nuevos paradigmas sociales. En este sentido, me cuesta creer que los primeros planes estratégicos urbanos allá por los años 80 del siglo pasado recogieran preocupaciones muy actuales como la igualdad entre mujeres y hombres, la justicia social o la sostenibilidad ambiental. Es decir, desde la perspectiva de 2022 los primeros planes estratégicos urbanos no eran sostenibles porque no tenían como objetivo conseguir un desarrollo sostenible, ya que ni si quiera se usaba este concepto todavía.

Volviendo a la clasificación de los planes estratégicos que consiguen su objetivo y los que no, yo lo tengo claro: un plan estratégico urbano diseñado en 2022 debe ser sostenible si quiere ser de los primeros. Personalmente, siempre he mantenido que podemos hacer un plan estratégico urbano para alcanzar el objetivo que queramos. Pero si no tenemos en cuenta las tendencias e inercias sociales a nivel internacional, europeo y estatal, difícilmente vamos a tener éxito. Y esas tendencias a día de hoy se llaman: Agenda 2030, Pacto Verde Europeo, y Agenda Urbana Española, entre otras. En este marco deberían alinearse, en mi opinión, todos los planes estratégicos urbanos. ¿Alguien se imagina un plan estratégico urbano a día de hoy que persiga convertir una ciudad en la capital europea del carbón? Yo no.

La propia Agenda Urbana Española se autodefine como una herramienta estratégica, poniendo el foco en el proceso más que en el documento en sí. ¿Significa eso que todas las agendas urbanas aprobadas en España en el último año son planes estratégicos urbanos? Mucho me temo que no, por varias razones. La principal de ellas es que muchas agendas urbanas se han diseñado en meses por los apretados plazos de las ayudas recibidas. Y para que de verdad se asiente un proceso de gestión estratégica se necesitan años. Otro motivo que se puede aducir, es que la Agenda Urbana Española es muy amplia y cubre prácticamente todos los ámbitos de competencia municipal, haciendo que se diluyan los esfuerzos, cuando lo estratégico persigue precisamente concentrarlos.

Sin embargo, y aunque esto sea cierto, la Agenda Urbana Española constituye un marco y una oportunidad excelente para hacer verdaderos planes estratégicos urbanos sostenibles, ya que aterriza los Objetivos de Desarrollo Sostenible al contexto local español. Y así lo hemos hecho en Pamplona. Hemos tenido la suerte de que la Agenda Urbana Española se aprobara justo en el momento en que estábamos trabajando en un proceso de planificación estratégica urbana con el marco de la Agenda 2030 y los ODS. Y también hemos tenido el acierto como ciudad de pensar “fuera de la caja”, estar atentos al “clima social” y adaptarnos, como sugería el artículo sobre Kodak.

La Agenda Urbana Española no provee de herramientas ni metodologías estratégicas concretas, pero constituye un marco validado internacionalmente con el que alinear las estrategias locales perfectamente compatible con los procesos estratégicos urbanos.

Pamplona inició en 2016 un camino de largo recorrido con la creación de la Oficina Estratégica y comenzó un proceso de planificación estratégica en 2018, con el asesoramiento y apoyo de CIDEU, y con la Agenda 2030 y los ODS como marco de referencia. En este marco tenía situarse necesariamente la visión de la ciudad en 2030 sin necesidad de tener que cubrir o dar respuesta a todos los objetivos o metas de la Agenda 2030, ya que también se pueden trabajar desde las políticas sectoriales. En este camino nos encontramos por suerte con la Agenda Urbana Española que ofrecía un marco todavía más concreto y adaptado a la realidad municipal.

Nuestra experiencia nos dice que los procesos de planificación estratégica no están reñidos con la Agenda Urbana. Más bien al contrario, son complementarios. Así, creemos que la gestión estratégica local debe integrar la Agenda Urbana, y el desarrollo de Agendas Urbanas Locales debe usar metodologías y técnicas de planificación estratégica. Tarea en la cual el Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU) tiene mucho que aportar a las ciudades.

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Mejoramiento integral de barrios y economías populares

Luego de la pandemia y frente al consenso sobre la importancia de los ámbitos locales y de proximidad en las ciudades, surgen varios escenarios de oportunidad que trazan un camino para la planificación estratégica urbana ligado a los barrios y las economías populares.

La pandemia y la proximidad

En ciudades como Bogotá, los resultados epidemiológicos estuvieron correlacionados con la segregación socioespacial de los barrios. Entre más segregación, mayor la probabilidad de contagio y letalidad del SARS-Cov-2 (ver Alfonso, 2022). El llamado de las autoridades locales a permanecer en cuarentenas prolongadas y evitar desplazamientos, se dio en un contexto de desigualdad que alertó sobre la urgencia de gestionar lo local.

Como respuesta a la crisis social y económica, los gobiernos a lo largo del mundo ajustaron sus reglas fiscales y aumentaron el gasto público; una medida necesaria. Del enfoque de gasto depende el resultado contracíclico, que busca recuperar la senda de valor agregado, priorizar sectores intensivos en empleo y lograr una mayor redistribución

Sobre el gasto público para la reactivación

En ese contexto, Bogotá ha privilegiado la inversión en grandes obras de infraestructura como apuesta de reactivación. La construcción de troncales de sistemas de transporte público (BRT y componentes férreos) concentra las principales decisiones presupuestales y de endeudamiento.

Sin embargo, en un contexto volátil y de incertidumbre internacional, apostar a sectores que tienen alta dependencia de la importación de materiales, insumos y maquinaria, genera un encarecimiento general de precios y presupuestos de obra poniendo en riesgo su ejecución.

En Colombia, según la estructura de costos de la construcción de infraestructura pesada, los materiales y la maquinaria pueden representar más del 50% del gasto total de una obra (DANE, 2021). Estos rubros están expuestos a mayor volatilidad por incertidumbre del comercio internacional y la devaluación del peso colombiano.

Entonces ¿Cuál es el enfoque que mejor contribuye a recuperar la economía y generar mayores efectos distributivos y de inclusión?

La respuesta es el mejoramiento integral de barrios y las economías populares.

Foto: Natalia Gómez. Ciudad Bolívar, Bogotá. Todo por hacer

A través de obras menores que cualifican la infraestructura de movilidad y de espacio público, al tiempo que mejoran la calidad de las viviendas y el tejido económico local, se pueden detonar mayores efectos distributivos, no solo por la mayor ocupación de mano de obra y la menor demanda de materiales y maquinaria de alta complejidad, sino porque al cualificar los ámbitos barriales y de proximidad, se potencian las relaciones de intercambio social y económico y se logra mayor vitalidad local.

En mi investigación sobre este tema, he encontrado que la intervención de mejoramiento integral de barrios detona procesos económicos que pueden ser potenciados, siempre y cuando la acción urbanística incluya el tejido económico y opere en la consolidación, transformación o creación de lugares para el intercambio y la vida comunal.

Es decir, la intervención de mejoramiento integral debe promover el aumento de los activos disponibles para el soporte de actividades económicas. A través de una propuesta de diseño urbano que combine la intensidad de los flujos con la posibilidad de permanencias para el intercambio, se conforman tejidos complementarios de la estructura económica, que no tienen la masa crítica suficiente para considerarse una aglomeración, pero que garantizan proximidad en el acceso a bienes y servicios básicos.

La actuación urbanística que opera sobre el tejido económico barrial y local

Incorporar en las propuestas de diseño urbano el tejido económico y trascender de la mejora de soportes urbanísticos (calles, parques) a la cualificación de la estructura económica, promueve la vitalidad y aumenta las oportunidades para la generación de empleo, ingresos y nuevas rentas. Así no solo se garantiza la inclusión social a través de la mejora de soportes, servicios públicos y equipamientos sociales, sino que se transita hacia la inclusión productiva que es condición para la superación de la pobreza monetaria en los hogares de los barrios populares.

Un programa de transformación y mejoramiento barrial podría incluir dentro de sus metas la apertura de locales comerciales, a través de la adecuación de la vivienda bajo un concepto de vivienda productiva. También la construcción de paseos comerciales que articulen espacios públicos y corredores peatonales. La generación de hitos de encuentro y espacios para el consumo y el intercambio, como esquinas vitales o centros culturales.

Cualificar el tejido económico e intensificar el intercambio comercial, social y cultural a escala barrial, genera paulatinamente un motor de movilidad económica y cohesión social.

Dentro de las referencias ineludibles está Jorge Jáuregui y su estudio Atelier, quien ha insistido en la relevancia de los centros de generación de empleo y renta en ciudades como Guadalajara o Río de Janeiro, dentro de los programas urbanos que desarrolla.

Finalmente, superar la ortodoxia de la aglomeración económica y reconocer en las economías barriales y locales un tejido económico incipiente pero esencial, permite identificar ámbitos de intervención en el marco de los programas de mejoramiento integral, que tienen un alto potencial para convertirse en el epicentro de la reactivación económica y la redistribución de las oportunidades en las ciudades luego del retroceso generado por la pandemia.

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Planear el futuro desde el diálogo social, el éxito de las agendas prospectivas

Planear el futuro no es diferente a sentir esperanza, a ilusionarse con lo posible, a permear al del lado con ideas que toman fuerza desde la unidad y, que se convierten en una ruta y un camino. Cobra sentido, en este mundo cortoplacista, marcado por una pandemia, la crisis climática y los nuevos conceptos sobre gobernanza, encontrar un propósito integrador para hacer del futuro, un futuro viable.

Las posibilidades de lograrlo son infinitas. Desde 2021, comenzamos en Antioquia, el diálogo social más ambicioso, plural y diverso de la historia de este departamento, no fue tarea fácil convocar en medio de los confinamientos, pero sentimos con el pasar de los encuentros la ilusión de las comunidades, de los ahora más de 30 mil ciudadanos que participaron en más de 1.440 talleres, que han puesto sobre la mesa sus sueños y creen en la oportunidad de ser protagonistas de la transformación de sus territorios.

La Agenda Antioquia 2040 es un plan prospectivo que incluye los programas, proyectos e inversión para los próximos veinte años y un sistema de seguimiento y evaluación a mediano y largo plazo, además de la propuesta de un modelo de desarrollo territorial que tiene las regiones y sus capacidades como protagonistas.

Este gran diálogo nos ha reiterado la importancia de escuchar, del respeto, de implementar la no violencia como estrategia y de incorporar los datos a la realidad de cada territorio para la toma de decisiones estratégicas, pensadas por los ciudadanos y ciudadanas, los sectores sociales, productivos y económicos y el gobierno, en donde no existen los intereses particulares y la inspiración son los sueños de todas y todas. Pero, además, nos pone sobre la mesa la necesidad de reconocer las particularidades de cada municipio, la diversidad cultural, su potencial y los retos.

Lo más valioso es que éstos, aunque diferentes, terminan interconectados con los retos mundiales, esos desafíos que lograron que gobiernos locales y regionales reafirmaran su compromiso por la difusión y la implementación de agendas mundiales, que no pueden ser llevadas a cabo de manera aislada, para responder a esos desafíos se necesitan estrategias integradas y articuladas y sobre todo, localizadas.

Esto nos exige una gobernanza multinivel, en donde todos compartamos información y desde ese propósito integrador gestionemos de manera responsable y óptima las decisiones sobre el territorio. Implica no dejar a nadie por fuera del futuro, crear espacios para la co-creación y la validación, y compartir con la ciudadanía la planeación territorial, esa es la base de la Agenda Antioquia 2040, que conectada con otras agendas prospectivas está trazando el camino hecho con las manos y corazones de la sociedad antioqueña.  

El momento de las regiones, un nuevo modelo de desarrollo territorial.

La planificación del mundo ha pasado por muchas eras. Hoy estamos dejando de lado las grandes metrópolis y está llegando el momento de las regiones, la prioridad debe ser la protección de la vida urbana, rural y de los ecosistemas.

Poder realizar proyectos y programas de interés común, que generen impacto más amplio en los territorios y no solo en los municipios limítrofes, es una apuesta en la que deben estar comprometidos todos los gobiernos. Para ello, la asociatividad territorial es el mecanismo más idóneo para aprovechar potencialidades y superar “cuellos de botella” en la gestión del territorio, sin poner en riesgo la autonomía de cada municipio o departamento. Lo más importante es que partimos de la confianza, la gobernanza común, fomentamos la innovación, y pensamos proyectos desde la institucionalidad para que haya sostenibilidad en el tiempo.

Por eso, desde la Agenda Antioquia 2040, la ruta a largo plazo construida desde el diálogo social con todos los actores y fuerzas vivas del territorio, proponemos un modelo de desarrollo territorial, que desde tres ámbitos o áreas estratégicas permite ver Antioquia desde sus potencialidades andinas, pacífica y caribe. Justamente, el corazón de este sistema territorial o la médula, es una ciudad larga de cuatro corazones, que se configura con las subregiones Oriente, Valle de Aburrá, Occidente y Urabá.

Se plantea entonces un sistema de ciudades intermedias conectadas más allá de la tecnología y de las vías, sino articuladas con las instituciones y la oferta de las empresas privadas. Es decir, con una gobernanza que comprende las necesidades de la sociedad y que su planificación es sensible a ella; una gobernanza fortalecida desde lo regional, que deja atrás el modelo centralizado y escucha las voces de todos los territorios.

La tendencia de la planificación urbana y estratégica está enfocándose cada vez más a localizar las acciones en las pequeñas urbes para dar respuesta a las necesidades ciudadanas y dotar de capacidades el territorio.

Por ello, en el modelo de desarrollo territorial que proponemos desde la Agenda Antioquia 2040, que son los macroprocesos territoriales, lo que buscamos justamente es plantear esos polos o áreas estratégicas, que de manera global reconocen en el territorio unas oportunidades y que busca potenciarlas al máximo para que en el mediano y largo plazo logremos la equidad, que es sinónimo de desarrollo.

Se trata entonces de consolidar las regiones como ejes y esto se logra con el trabajo conjunto, no solo entre municipios, sino también entre las mismas regiones y también fortaleciéndose desde la asociatividad y el trabajo supradepartamental.

El mundo en el que vivimos exige continuamente de trabajo colaborativo, interdisciplinariedad, creatividad, innovación y comunicación asertiva, por ello, el diálogo es una oportunidad para planificar el territorio y utilizar la resiliencia del mismo para cerrar las brechas de inequidad. 

  • Para conocer más sobre la Agenda Antioquia 2040 acceda a la nuestra página web: https://agendaantioquia.com/
  • Para interactuar con los resultados del diálogo de la Agenda Antioquia 2040, los invitamos acceder al tablero de la participación territorial: https://bit.ly/3E74zTR
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CIUDADES QUE CUIDAN: a las personas, al planeta y a la democracia

Conclusiones del XXIV Congreso de CIDEU

Una ciudad cuidadora es aquella que, poniendo a las personas en el centro, presta especial atención a las y los ciudadanos en situación de mayor fragilidad y vulnerabilidad, priorizando la justicia social y ambiental en las políticas públicas y el ordenamiento urbano.

Una ciudad que cuida de las personas ha de diseñar e implementar políticas públicas encaminadas a que todas las personas puedan desarrollar su proyecto vital en las mejores condiciones posibles, sin importar su género, edad, funcionalidad, condición económica, orientación sexual o religiosa u origen, para conseguir una sociedad más inclusiva, justa y segura, garantizando el bienestar social.

Unas ciudades que cuidan de las personas, en línea con los Objetivos de la Agenda para el Desarrollo Sostenible, contribuirán a transformar nuestro planeta, mejorando las vidas y las perspectivas de todas las personas que en ellas residen, teniendo presente que las ciudades y áreas urbanas concentran a cerca del 70% de la población mundial.

Para ello, estas políticas han de incidir en la mejora del acceso a un empleo digno, a la vivienda y garantizar la adecuada provisión de infraestructuras, equipamientos y espacio público accesible, un entorno urbano amigable y próximo; han de construir el adecuado soporte para el desarrollo de la actividad económica, cultural, social y comunitaria (redes de apoyo asistencial y comunitario…).

Una ciudad que cuida del planeta ha de orientar su estrategia de ciudad y sus políticas en pro de la sostenibilidad medioambiental, teniendo en cuenta que las propias ciudades, sus habitantes y la actividad urbana se ven directamente afectadas por el cambio climático y sus consecuencias, y que tienen, además, una responsabilidad directa en el mismo, siendo responsables de más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero y del consumo del 78% de la energía global.

Es por esto por lo que han de desempeñar un papel crucial en la lucha frente a dicho cambio climático, a través de políticas y acciones contundentes en mitigación y también en adaptación frente a los efectos del calentamiento global.

Al mismo tiempo, una ciudad que cuida del planeta ha de encaminar sus pasos a la transformación del modelo urbano, dirigiendo sus políticas urbanas hacia un planeamiento que reduzca la dispersión urbana y frene la expansión, actuando en el entorno construido, planificando a través del urbanismo de género, en clave de barrio y en clave de proximidad, para conseguir una ciudad más compacta y cercana, más verde y con más espacios libres y un sistema de transporte público eficaz y sostenible que permita recuperar la ciudad para la ciudadanía, primando la movilidad peatonal y ciclista.

La transformación del sistema de movilidad debe ir acompañada de una transición energética, basada tanto en la electrificación y como en el impulso de energías renovables, así como en la búsqueda de la eficiencia energética (en la edificación, la movilidad, la actividad económica…).

Una ciudad que cuida el planeta ha de apostar de forma decidida por la reducción de la generación de residuos y por su reciclaje, apoyando el desarrollo de la economía circular, el uso sostenible de los recursos y facilitando un metabolismo urbano equilibrado y eficiente (agua, energía, alimentos, personas…).

Una ciudad que cuida el planeta debe establecer acciones encaminadas a la gestión de entornos urbanos saludables y sostenibles, promoviendo su reverdecimiento, la renaturalización de los espacios urbanos y protegiendo la biodiversidad.

Las ciudades, germen mismo de la democracia y epicentros progresistas de los países, cumplen un rol esencial en el ejercicio de participación de la ciudadanía, en el desarrollo de la innovación social y en la gestación de unas sociedades plurales y diversas.

Una ciudad que cuida de la democracia y promueve la paz, reconoce las necesidades y voces de una ciudadanía diversa, facilita los procesos de inclusión y genera canales de participación, fomentando la corresponsabilidad ciudadana, la colaboración interinstitucional y entre el conjunto de agentes público-privados, y el respeto por los Derechos Humanos.

La atención durante la pandemia, de los flujos migratorios o la gestión desde la perspectiva local de los impactos de las crisis económicas y los conflictos geopolíticos, evidencian el papel de las ciudades como la primera línea de respuesta de los grandes retos globales detonados por los límites de la gobernanza a nivel nacional y global.

Es por ello que las ciudades y entidades de CIDEU, reunidas en su XXIV Congreso, se proponen incorporar al pensamiento estratégico de la ciudad el papel del cuidado, en todas sus acepciones, a través de proyectos específicos y de manera transversal en su gestión pública.

Entienden que, con independencia de las diferentes realidades, han de trabajar para afrontar las desigualdades sociales y los factores de exclusión de las ciudades, avanzando en una planificación urbana que ponga a las personas en el centro, destinando los recursos necesarios y a través de políticas innovadoras y valientes que afronten estas desigualdades desde la inclusión, prestando especial atención a las situaciones de vulnerabilidad y fragilidad a lo largo de la vida, ampliando las oportunidades, el bienestar y la calidad de vida de toda la ciudadanía.

Asumen su responsabilidad en la lucha contra el reto climático y el cuidado del planeta, para lo que han de establecer, desde sus competencias, las medidas y recursos necesarios para acelerar el cumplimiento de los objetivos de mitigación y adaptación, para reforzar la capacidad de adaptación y resiliencia, y minimizar la vulnerabilidad de las ciudades, en especial de las ciudades costeras, y sus habitantes.

Han de continuar trabajando, de manera más eficaz, en la reducción de la huella de carbono, adoptando medidas para un menor consumo y un uso más eficiente de la energía y los recursos, apoyando la transición energética, empleando energías sostenibles, promoviendo la circularidad económica e impulsando ciudades más compactas, apostando por una movilidad urbana sostenible, promoviendo la transformación del modelo urbano hacia ciudades más sostenibles, más próximas, más “verdes”, más peatonales, más saludables y más humanas.

Tienen un compromiso con el cuidado de la democracia, reconociendo la diversidad de las sociedades, impulsando la inclusión y participación de toda la ciudadanía en los procesos de construcción de la ciudad, fomentando la solidaridad y corresponsabilidad ciudadanas y los valores cívicos, la defensa de los Derechos Humanos y el apoyo a la puesta en marcha de las herramientas encaminadas un mayor empoderamiento de las y los ciudadanos que son quienes, en último término, conforman las ciudades.

Las ciudades y entidades de CIDEU se proponen profundizar en el diálogo y en el aprendizaje permanente y mutuo, para trabajar en la generación de propuestas dirigidas a las instancias legislativas y a las administraciones, instando a los gobiernos a promover innovación y avances tecnológicos orientados hacia esta perspectiva holística de los cuidados y a afrontar los grandes retos sociales y medioambientales, a través de medias regulatorias y financieras, que permitan a su vez un papel más activo de las ciudades en dichas estrategias.

Sabemos que las ciudades son fundamentales para el desarrollo de una sociedad más justa e inclusiva y creemos que igualmente las ciudades y sus habitantes han de tener un papel estratégico en el cuidado del planeta, así como en el impulso y cuidado de nuestros derechos y de los valores democráticos.

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Los 7 principios del proyecto táctico


Calle Pelayo, Barcelona

Debemos diferenciar el urbanismo del proyecto. Aunque a veces se ha dicho que unos buenos proyectos de arquitectura, localizados estratégicamente, hacen al fin un buen urbanismo. La “acupuntura urbana” que tanto se ha utilizado en Barcelona es una clara muestra de ello. Sin embargo, hoy estamos hablando de cuestiones diferentes. El mal llamado urbanismo táctico, hace que todo el mundo se entienda, pero en la realidad existe una gran diversidad de acciones y muchas no tienen nada de táctica, ni de urbanismo. Esta herramienta tiene indudables valores si sabemos por qué la aplicamos, dónde lo hacemos y, en especial, los motivos de la actuación. Al menos, deberíamos establecer 7 principios básicos para que un proyecto sea considerado táctico:

1. El carácter universal del uso y la facilidad de ejecución son sin duda unas cualidades indispensables que nos aproximan a lo que debería ser el proyecto táctico. Universal entendido como para todas las personas, para ser usado de forma colectiva y cotidiana sin restricciones y donde sólo el lugar definirá las limitaciones. La capacidad de ejecución será el complemento. Un proyecto táctico es una idea que ejecutamos y como tal, debe ser precisa y concisa para ser bien comprendida.

2. No existen proyectos tácticos si éstos no parten de la gente. Las administraciones pueden ejecutarlos y concretarlos, pero el impulso de las personas será definitivo. En especial para validar su necesidad de implantación y para verificar el uso correcto del lugar que la ciudadanía conoce con precisión. El arquitecto lo interpretará haciendo un proyecto, sin necesidad de adjetivos.

3. No queremos, no debemos, embellecer la ciudad con la táctica. No se trata de poner colores en el suelo, ni de realizar siempre intervenciones artísticas. En la modestia está su virtud y su capacidad para convertirse en una estrategia. Un proyecto táctico es el primer escalón para iniciar un cambio de modelo urbano en el espacio público. Si no buscamos esta finalidad, sólo será un pavimento absurdo coloreado.

4. La temporalidad y la adaptación al cambio serán su esencia. No se trata de realizar un proyecto estructural que nos indique cómo podemos repensar la ciudad, sino que es un paso previo a cómo rehacerla con un nuevo sentido y huyendo de viejos eslóganes. En realidad, un proyecto táctico nunca estará terminado ya que es un tránsito hacia una nueva situación.

5. La ciudad está llena de nuevas oportunidades y los proyectos tácticos son una de ellas para definir un nuevo modelo más naturalizado y especialmente con mayor biodiversidad. Aquí volvemos a la idea de no embellecer, sino de volver a formular el espacio público con nuevos valores y para unas nuevas situaciones quizás todavía poco concretas. Donde hoy encontramos un automóvil mañana puede haber un árbol.

6. Con demasiada frecuencia, se confunde el bajo coste con el proyecto táctico. Yo diría que esta cuestión es indiferente al proyecto que tendrá que costar lo necesario para conseguir su ejecución. Un proyecto no es bueno por su presupuesto, lo es por sus valores culturales y sociales, es decir, por su arquitectura.

7. Un proyecto táctico es un proyecto incluido en una estrategia de ciudad extensa, diversa y que puede ubicarse donde sea necesario del territorio. No puede ser una excepción en el centro de la ciudad o una fotografía bien tomada.


Black Lives Matter, 16th Street NW, Washington DC

En resumen, los proyectos tácticos, hoy en día, son una herramienta necesaria para proponer un cambio rápido en el modelo urbano del espacio público de nuestras ciudades. Pero, para que sean realmente eficaces han de alejarse de falsos mitos y han de dejar de reproducir imágenes falsamente estéticas que encontramos en internet. Los proyectos han de significar nuevas situaciones que nos avancen hacia una ciudad más próxima, un lugar más cotidiano donde la gente pueda realizar sus actividades diarias con una mayor confortabilidad y equidad. La ciudad del mañana ha de ser un hábitat saludable donde los índices de proximidad definidos por el espacio público, la intensidad de los equipamientos y la cercanía al transporte público, serán los garantes de unos nuevos estándares urbanos más sostenibles.

La necesidad de transformar la ciudad en un momento de emergencia climática es un hecho presente que no podemos eludir y para ello debemos aplicar todos los instrumentos que tengamos a nuestro alcance. Un nuevo diseño del espacio público es básico ya que en este reside, en gran parte, la capacidad de la ciudad en generar ciudadanía. La inversión en el espacio público, por parte de las administraciones siempre es rentable si genera lugares urbanos y con capacidad para ser espacios próximos, cotidianos y adaptables. El proyecto táctico ha de responder a estas necesidades y provenir de la voluntad de las personas. Hoy debemos ser activistas y corresponsables de una transformación urbana que nos acerque a una ciudad con un nuevo modelo de vida ecológico.

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