Debemos diferenciar el urbanismo del proyecto. Aunque a veces se ha dicho que unos buenos proyectos de arquitectura, localizados estratégicamente, hacen al fin un buen urbanismo. La “acupuntura urbana” que tanto se ha utilizado en Barcelona es una clara muestra de ello. Sin embargo, hoy estamos hablando de cuestiones diferentes. El mal llamado urbanismo táctico, hace que todo el mundo se entienda, pero en la realidad existe una gran diversidad de acciones y muchas no tienen nada de táctica, ni de urbanismo. Esta herramienta tiene indudables valores si sabemos por qué la aplicamos, dónde lo hacemos y, en especial, los motivos de la actuación. Al menos, deberíamos establecer 7 principios básicos para que un proyecto sea considerado táctico:
1. El carácter universal del uso y la facilidad de ejecución son sin duda unas cualidades indispensables que nos aproximan a lo que debería ser el proyecto táctico. Universal entendido como para todas las personas, para ser usado de forma colectiva y cotidiana sin restricciones y donde sólo el lugar definirá las limitaciones. La capacidad de ejecución será el complemento. Un proyecto táctico es una idea que ejecutamos y como tal, debe ser precisa y concisa para ser bien comprendida.
2. No existen proyectos tácticos si éstos no parten de la gente. Las administraciones pueden ejecutarlos y concretarlos, pero el impulso de las personas será definitivo. En especial para validar su necesidad de implantación y para verificar el uso correcto del lugar que la ciudadanía conoce con precisión. El arquitecto lo interpretará haciendo un proyecto, sin necesidad de adjetivos.
3. No queremos, no debemos, embellecer la ciudad con la táctica. No se trata de poner colores en el suelo, ni de realizar siempre intervenciones artísticas. En la modestia está su virtud y su capacidad para convertirse en una estrategia. Un proyecto táctico es el primer escalón para iniciar un cambio de modelo urbano en el espacio público. Si no buscamos esta finalidad, sólo será un pavimento absurdo coloreado.
4. La temporalidad y la adaptación al cambio serán su esencia. No se trata de realizar un proyecto estructural que nos indique cómo podemos repensar la ciudad, sino que es un paso previo a cómo rehacerla con un nuevo sentido y huyendo de viejos eslóganes. En realidad, un proyecto táctico nunca estará terminado ya que es un tránsito hacia una nueva situación.
5. La ciudad está llena de nuevas oportunidades y los proyectos tácticos son una de ellas para definir un nuevo modelo más naturalizado y especialmente con mayor biodiversidad. Aquí volvemos a la idea de no embellecer, sino de volver a formular el espacio público con nuevos valores y para unas nuevas situaciones quizás todavía poco concretas. Donde hoy encontramos un automóvil mañana puede haber un árbol.
6. Con demasiada frecuencia, se confunde el bajo coste con el proyecto táctico. Yo diría que esta cuestión es indiferente al proyecto que tendrá que costar lo necesario para conseguir su ejecución. Un proyecto no es bueno por su presupuesto, lo es por sus valores culturales y sociales, es decir, por su arquitectura.
7. Un proyecto táctico es un proyecto incluido en una estrategia de ciudad extensa, diversa y que puede ubicarse donde sea necesario del territorio. No puede ser una excepción en el centro de la ciudad o una fotografía bien tomada.
En resumen, los proyectos tácticos, hoy en día, son una herramienta necesaria para proponer un cambio rápido en el modelo urbano del espacio público de nuestras ciudades. Pero, para que sean realmente eficaces han de alejarse de falsos mitos y han de dejar de reproducir imágenes falsamente estéticas que encontramos en internet. Los proyectos han de significar nuevas situaciones que nos avancen hacia una ciudad más próxima, un lugar más cotidiano donde la gente pueda realizar sus actividades diarias con una mayor confortabilidad y equidad. La ciudad del mañana ha de ser un hábitat saludable donde los índices de proximidad definidos por el espacio público, la intensidad de los equipamientos y la cercanía al transporte público, serán los garantes de unos nuevos estándares urbanos más sostenibles.
La necesidad de transformar la ciudad en un momento de emergencia climática es un hecho presente que no podemos eludir y para ello debemos aplicar todos los instrumentos que tengamos a nuestro alcance. Un nuevo diseño del espacio público es básico ya que en este reside, en gran parte, la capacidad de la ciudad en generar ciudadanía. La inversión en el espacio público, por parte de las administraciones siempre es rentable si genera lugares urbanos y con capacidad para ser espacios próximos, cotidianos y adaptables. El proyecto táctico ha de responder a estas necesidades y provenir de la voluntad de las personas. Hoy debemos ser activistas y corresponsables de una transformación urbana que nos acerque a una ciudad con un nuevo modelo de vida ecológico.