Ciudades CIDEU

El desafío de superar la visión localista

Tengo la fuerte convicción de que los retos y las políticas se tienen que abordar desde la mirada metropolitana.

Estamos en un mundo metropolizado y por lo tanto tenemos que superar la visión localista. Para esto les propongo que pensemos tres aspectos fundamentales, ¿Para qué queremos tener gobernanza y planificación a escala metropolitana?, ¿cómo lo hacemos? y ¿con quiénes, y cómo deberíamos construir esta perspectiva metropolitana entre todos/as?

¿Para qué queremos tener la gobernanza y la planificación?
El “para qué” nos lleva a pensar en los retos actuales que hay en las ciudades y sus áreas metropolitanas. Nos referimos a temas que son globales como el cambio climático, la cohesión social o la gestión de la movilidad, porque en definitiva, la base de las áreas metropolitanas, son las personas. 

Aunque sea parte de contextos diferentes, a grados distintos hay un consenso bastante grande sobre para qué la gobernanza ya que los retos globales, la agenda urbana y los ODS son comunes a todas las aglomeraciones urbanas. 

Mencionamos algunos ejemplos. Uno de los criterios para medir y delimitar las áreas metropolitanas es la movilidad de sus habitantes. Así, un reto evidente son las políticas de movilidad, que requieren de una buena gobernanza metropolitana. En Barcelona, hay un sistema de transporte público eficiente, formado por múltiples consorcios, operadores y empresas. A pesar de tener un buen sistema de gobernanza existen retos ligados a la movilidad, como que hay demasiados traslados en vehículos privados motorizados, las emisiones etc. El cambio climático es otro ejemplo que abarca desde aspectos físicos como la subida del nivel del mar, la escasez de agua y recursos y sus impactos en la población (problemas respiratorios, etc).

La cohesión social es otro tema clave a nivel metropolitano: cómo tener áreas metropolitanas que no sean segregadas, cómo facilitar la convivencia de comunidades, cómo proteger a los sectores más vulnerables especialmente a las infancias. 

¿Cómo lo hacemos? ¿con qué fórmula hacemos la gobernanza?
Si partimos de la premisa que hay que atacar ciertos temas desde una perspectiva metropolitana, hay que descubrir con qué fórmula lo hacemos, ya que entran ciertos factores políticos, partidistas, históricos y estructurales que complican esta necesaria cooperación. 

Dentro del “cómo” tenemos dos extremos. En un extremo están los modelos más institucionalizados, es decir gobiernos metropolitanos aprobados por una ley del parlamento competente, que tengan competencias exclusivas y vinculantes sobre los temas más relevantes. Por ejemplo, que pueda hacer un plan de movilidad urbana y pueda ejecutarlo, que tenga competencias en urbanismo y pueda ordenar el territorio para que sea más sostenible y cohesionado, que tenga financiación, capacidad de tener autonomía fiscal, y que tenga elección directa de sus representantes que lo convierte en un verdadero ámbito de poder. Esto es muy complicado de conseguir y no existe en el mundo un ejemplo de gobierno metropolitano que cumpla todas estas características, ya que sería un gobierno que haría competencia y no sería efectivo.

Hay casos de gobiernos/entes metropolitanos como tal, principalmente en Europa que se han creado en los últimos 20 años (por ejemplo en Barcelona, Lyon, Hannover, Londres) pero cuando son analizados en detalle vemos que no cumplen todos los criterios: sus poderes son limitados, no tienen competencias exclusivas sino que son compartidas con los ayuntamientos, hacen recomendaciones pero no pueden imponer, y/o dependen de las transferencias que les haga el estado o la región. Este sería el modelo ideal, pero lo que en realidad tenemos son autoridades metropolitanas que son capaces de tener la visión global y común que puedan poner cierto orden. Sus responsabilidades se han centrado tradicionalmente en el territorio, en lo hard, en infraestructura, en movilidad, planes urbanísticos, residuos y agua, en detrimento de los temas sociales, aunque esta tendencia está cambiando.

El otro extremo está en buscar fórmulas más flexibles, que no son tan habituales, que vienen desde abajo, que nacen de manera voluntaria de los ayuntamientos o actores de la sociedad civil para crear consensos. El Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona (PEMB) es el claro ejemplo, que intenta construir la mirada metropolitana sin tener una institución. La contra de este modelo, es que surgen proyectos muy interesantes, se identifican los temas y las personas u organizaciones que lo pueden hacer, pero para que suceda hay que buscar la financiación y mantener el pulso metropolitano. 

El modelo más frecuente es “el medio”, es decir, organizaciones que tienen una mirada metropolitana pero se ocupan de solo un tema. Por ejemplo, agencias metropolitanas de transporte, gestión del agua, o de residuos tienen mirada metropolitana pero en un tema, trabajan de manera aislada y no tiene la visión integral. Otra forma son las mancomunidades o consorcios para la prestación de un servicio: el reto es cómo coordinar el conjunto de empresas y consorcios para tener una visión común.

¿Quién participa en esta gobernanza metropolitana? ¿Cómo construir esta perspectiva metropolitana entre todos/as?
Al final se trata de creer en esta mirada. Para superar la visión localista es necesario crear conciencia interpelar a todo el mundo para que vean necesario intervenir, cooperar y pensar a escala metropolitana, y esto no es tarea fácil ni para la ciudadanía ni para la clase política donde está arraigada la visión municipalista de “sus electores”. Se trata de hacer pedagogía multinivel: la gente no es consciente de que buenas estructuras pueden ayudar a facilitar sus vidas y a tener mejores oportunidades. A lo mejor, cuando la ciudadanía lo demande va a haber reacción política.

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