Ciudades, Urbanismo Inclusivo

La ciudad feminista

Una ciudad feminista es una ciudad donde caben todas las personas, sin dejar a nadie atrás. Es una ciudad construida con la mirada de las mujeres, no solo para incorporar las necesidades de las mujeres en el diseño urbano, sino porque la mirada de las mujeres integra la mirada de la comunidad y de los cuidados. Observar la ciudad con ojos de mujer es fijarse en las calles por las que no puede pasar una silla de ruedas, un cochecito de bebé o una persona mayor, porque normalmente son mujeres quienes acompañan y cuidan a estas personas. Es darse cuenta de dónde falta un banco para poder estar atenta a los niños mientras juegan. En definitiva, construir la ciudad con mirada feminista es transformar la ciudad para poner la vida en el centro.

Durante demasiado tiempo, las ciudades se han construido alrededor de dos figuras: el coche privado y el hombre de clase media, profesional que aparentemente no depende de nadie más que de él mismo. Esto es una gran mentira, porque todas las personas somos vulnerables e interdependientes. Ese hombre profesional que recorre la ciudad en su coche no podría hacerlo sin el trabajo invisible de cuidados que realizan las mujeres, sobre todo las de clases populares. Una ciudad feminista pone en el centro a estas personas, y a todas las que lo necesitan, con servicios públicos amplios que atiendan las necesidades básicas de alimentación, salud, educación y vivienda, derechos cada vez más cuestionados por los gobiernos neoliberales de varios países de la esfera iberoamericana. Ante unos estados que a menudo renuncian a su responsabilidad de garantizar los derechos de la ciudadanía, las ciudades están asumiendo un rol central como espacios de cuidado y protección de derechos civiles y sociales, sobre todos de colectivos como el LGTBI o de aquellos vecinos y vecinas migrantes que no tienen reconocidos los derechos de ciudadanía del país en el que viven y trabajan.

La ciudad feminista también es una ciudad que protege el medio ambiente, porque es la base material sobre la que se desarrollan nuestras vidas. Las ciudades concentran a una proporción cada vez mayor de la población mundial y producen gran parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, que han provocado la actual emergencia climática. Además, consumen masivamente recursos energéticos, alimentarios y de otros tipos que provienen de las zonas rurales. La buena noticia es que las ciudades pueden pasar de ser parte del problema a ser parte de la solución, y algunas ya lo están haciendo. Promover el transporte público y reducir el privado, peatonalizar calles o incrementar los puestos de trabajo en el sector de los cuidados – bajo en emisiones contaminantes – son ejemplos de políticas feministas que mejoran la vida de las personas y además reducen la huella ecológica de las ciudades.

Organizaciones como CIDEU son centrales para promover los cambios que necesitan nuestras ciudades, porque promueven el intercambio de conocimientos sobre problemas comunes y buenas prácticas para resolverlos. El siglo XXI ya es el siglo de las ciudades, hagamos que sea el siglo de las ciudades feministas.

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