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¿Puede una agenda urbana ser un plan estratégico? La experiencia de Pamplona

Las palabras “estrategia” y “estratégico” es algo que nos evoca siempre al ámbito militar, quizá porque históricamente las mayores movilizaciones de recursos de la humanidad han sido, por desgracia, para la guerra, y tener una buena estrategia es algo que puede inclinar la balanza en el campo de batalla. Hace miles de años que los líderes militares lo saben.

No hace mucho tiempo que hemos empezado a aplicar la “planificación estratégica” a otros ámbitos más pacíficos como los negocios o la gestión urbana, ya en la segunda mitad del siglo XX. Y a pesar de que la planificación estratégica urbana tiene ya más de 30 años de existencia, sigue siendo una práctica poco extendida en la gestión local, al menos en España.

La planificación estratégica es una herramienta que puede tener muchos usos y se puede aplicar a muchos campos: el militar, el empresarial, el territorial, el urbano, el organizacional, etc. Y las palabras “estrategia” o “estratégico” las usamos de manera cotidiana y las oímos a menudo en los medios de comunicación o en declaraciones políticas, empresariales o institucionales. No obstante, eso no quiere decir que siempre usemos estas palabras correctamente, ya que las solemos emplear como sinónimos de grandeza o importancia. De hecho, la RAE, en mi opinión, no acierta mucho en la definición de los términos. De todas las que propone, me quedo con la acepción de “estratégico/a” como “De importancia decisiva para el desarrollo de algo”, aunque yo sustituiría “desarrollo” por “consecución”.

Hoy en día, a muchos de los planes sectoriales que la administración aprueba se les pone la calificación de “estratégico” sin haber sido elaborados con metodologías de planificación estratégica. Y cabe preguntarse: ¿qué es realmente estratégico? Y no es una pregunta baladí. Cuando en el Ayuntamiento de Pamplona quisimos lanzar un proceso de propuesta de proyectos “estratégicos” hicimos un esfuerzo por determinar claramente qué significa aplicado a nuestro caso: que contribuya a los objetivos acordados, que incorpore los valores horizontales, que integre las distintas políticas sectoriales, que suscite consenso social, que sea viable, que promueva la cooperación y que tenga un elevado potencial transformador. A esta conclusión llegamos, que no quiere decir que sea la correcta, pero seguro que al menos se aproxima.

Como he mencionado anteriormente, la estrategia se puede aplicar a muchos ámbitos, pero, para mí, hay dos tipos básicos de planificación estratégica: las que consiguen su propósito y las que no. En el ámbito empresarial, por ejemplo, es muy fácil comprobar si la estrategia ha tenido éxito o ha fracasado. Un ejemplo de fracaso sonoro es el de la empresa Kodak: dominadora del mercado fotográfico mundial durante décadas y creadora de la primera cámara digital (1975), Kodak ignoró los informes que decían que el futuro era la fotografía digital para centrarse en el revelado fotográfico. Cuando quiso reaccionar ya era tarde, y en 2012 la empresa quebró. Muy recomendable la lectura de este caso en este artículo de El Definido (Juan Reyes, 2016), del que me quedo con los tres aprendizajes: pensar “fuera de la caja”, no descuidar el “clima social” y tener capacidad de adaptación. ¿Podemos aplicarlo a las ciudades? 

En esta historia se produce un cambio tecnológico y social (de lo analógico a lo digital) que me hace reflexionar si la planificación estratégica urbana está adaptándose a los nuevos paradigmas sociales. En este sentido, me cuesta creer que los primeros planes estratégicos urbanos allá por los años 80 del siglo pasado recogieran preocupaciones muy actuales como la igualdad entre mujeres y hombres, la justicia social o la sostenibilidad ambiental. Es decir, desde la perspectiva de 2022 los primeros planes estratégicos urbanos no eran sostenibles porque no tenían como objetivo conseguir un desarrollo sostenible, ya que ni si quiera se usaba este concepto todavía.

Volviendo a la clasificación de los planes estratégicos que consiguen su objetivo y los que no, yo lo tengo claro: un plan estratégico urbano diseñado en 2022 debe ser sostenible si quiere ser de los primeros. Personalmente, siempre he mantenido que podemos hacer un plan estratégico urbano para alcanzar el objetivo que queramos. Pero si no tenemos en cuenta las tendencias e inercias sociales a nivel internacional, europeo y estatal, difícilmente vamos a tener éxito. Y esas tendencias a día de hoy se llaman: Agenda 2030, Pacto Verde Europeo, y Agenda Urbana Española, entre otras. En este marco deberían alinearse, en mi opinión, todos los planes estratégicos urbanos. ¿Alguien se imagina un plan estratégico urbano a día de hoy que persiga convertir una ciudad en la capital europea del carbón? Yo no.

La propia Agenda Urbana Española se autodefine como una herramienta estratégica, poniendo el foco en el proceso más que en el documento en sí. ¿Significa eso que todas las agendas urbanas aprobadas en España en el último año son planes estratégicos urbanos? Mucho me temo que no, por varias razones. La principal de ellas es que muchas agendas urbanas se han diseñado en meses por los apretados plazos de las ayudas recibidas. Y para que de verdad se asiente un proceso de gestión estratégica se necesitan años. Otro motivo que se puede aducir, es que la Agenda Urbana Española es muy amplia y cubre prácticamente todos los ámbitos de competencia municipal, haciendo que se diluyan los esfuerzos, cuando lo estratégico persigue precisamente concentrarlos.

Sin embargo, y aunque esto sea cierto, la Agenda Urbana Española constituye un marco y una oportunidad excelente para hacer verdaderos planes estratégicos urbanos sostenibles, ya que aterriza los Objetivos de Desarrollo Sostenible al contexto local español. Y así lo hemos hecho en Pamplona. Hemos tenido la suerte de que la Agenda Urbana Española se aprobara justo en el momento en que estábamos trabajando en un proceso de planificación estratégica urbana con el marco de la Agenda 2030 y los ODS. Y también hemos tenido el acierto como ciudad de pensar “fuera de la caja”, estar atentos al “clima social” y adaptarnos, como sugería el artículo sobre Kodak.

La Agenda Urbana Española no provee de herramientas ni metodologías estratégicas concretas, pero constituye un marco validado internacionalmente con el que alinear las estrategias locales perfectamente compatible con los procesos estratégicos urbanos.

Pamplona inició en 2016 un camino de largo recorrido con la creación de la Oficina Estratégica y comenzó un proceso de planificación estratégica en 2018, con el asesoramiento y apoyo de CIDEU, y con la Agenda 2030 y los ODS como marco de referencia. En este marco tenía situarse necesariamente la visión de la ciudad en 2030 sin necesidad de tener que cubrir o dar respuesta a todos los objetivos o metas de la Agenda 2030, ya que también se pueden trabajar desde las políticas sectoriales. En este camino nos encontramos por suerte con la Agenda Urbana Española que ofrecía un marco todavía más concreto y adaptado a la realidad municipal.

Nuestra experiencia nos dice que los procesos de planificación estratégica no están reñidos con la Agenda Urbana. Más bien al contrario, son complementarios. Así, creemos que la gestión estratégica local debe integrar la Agenda Urbana, y el desarrollo de Agendas Urbanas Locales debe usar metodologías y técnicas de planificación estratégica. Tarea en la cual el Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU) tiene mucho que aportar a las ciudades.

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