Ciudades, COVID-19

Las Ciudades y la Pospandemia en la Caja de Pandora

“Todo lo sólido se desvanece en el aire”, reza el título del libro de Marshall Berman, y creo que, en algún momento del 2020, cualquiera de nosotros/as podría haber suscrito esa frase, por los cambios tan profundos y drásticos que sufrimos en nuestras vidas. Al mismo tiempo, el término “Nueva normalidad” se instaló en el vocabulario como una suerte de horizonte elusivo sin que sepamos con certeza de qué estamos hablando cuando nos referimos al mismo.

Foto: Edu Bayer.

El objetivo de estas líneas es poner de manifiesto algunos de los cambios que empezaron a aparecer en las ciudades de América Latina y que parecen ser síntomas de transformaciones que llegan para quedarse. En este sentido, me parece importante subrayar algunas cuestiones que le dan marco a esta reflexión.

La primera de ellas es que el impacto de la pandemia en las ciudades – y desde la mirada del urbanista – es de una envergadura equivalente a otros momentos históricos que han transformado la estructura de las ciudades. Por ejemplo, las migraciones rurales urbanas por efecto de la industrialización, que obligaron a la expansión acelerada de las ciudades; la tugurización de áreas urbanas y la transformación de las estructuras viales; o las epidemias masivas en las primeras décadas del siglo pasado, que impulsaron la reforma del sistema de salud y la construcción de parques a gran escala.

En segundo lugar, esta mirada esperanzada anida en la convicción de que esta crisis se convierte en la oportunidad de llevar a cabo transformaciones de importancia, teniendo en cuenta la enorme capacidad que han mostrado las ciudades para sobreponerse a los cambios. Podría decirse que la pandemia ha actuado como un luminol social, su paso ha dejado en evidencia las fallas y desinteligencias de nuestros territorios. Ha puesto el foco en las áreas postergadas de nuestras ciudades. Ha sido en los barrios populares, los pueblos nuevos y las favelas donde la pandemia ha pegado con más fuerza porque son los sectores en donde el stock construido, las redes de infraestructura, los edificios de equipamiento, los servicios y la oferta de espacio público presentan las peores condiciones. Esto termina siendo un eufemismo de fragmentos territoriales con un Estado ausente. Pero al mismo tiempo, y como en la caja de Pandora, la esperanza que emerge del fondo muestra que estos son los sectores que más rápidamente se recuperaron con rápidas intervenciones, en parte porque la composición demográfica muestra una población más joven – y por ende más resistente al virus – y en gran parte por la resiliencia que poseen las personas menos favorecidas relegados a habitar las márgenes del mainstream urbano.

Por esta razón, es importante instalar en la agenda urbana la necesidad de reequilibrar nuestras ciudades incorporando todas las formas de urbanización marginal en la estructura urbana. Y esta consigna reconoce dos móviles, uno de naturaleza moral: la población que habita en las orillas del desarrollo tiene tanto derecho como cualquiera a la ciudad. Y si este argumento no alcanzara, se pone sobre la mesa un argumento de corte pragmático, necesitamos ciudades reequilibradas porque es la única manera de tornarlas más resilientes.

En los albores de la Revolución Industrial los efectos indeseados de la explosión urbana afectaron a todos los sectores sociales, esto hizo que se instalara la cuestión del acceso a la vivienda social como prioridad para la supervivencia del sistema urbano. ¿Qué efectos está produciendo la pandemia hoy?

Algunos cambios, como el home office (teletrabajo) y las transformaciones en las modalidades de consumo de bienes y servicios, en que se deslocaliza un alto porcentaje de trabajadores, consumidores y productores y se disminuye la concentración de los mismos en los centros principales, han llegado para quedarse, y esto dispara algunas cuestiones que merecen ser subrayadas.

La primera de ellas es la necesidad imperiosa de avanzar en la dirección de ciudades policéntricas ya que la pandemia ha puesto en evidencia la necesidad de reducir las grandes aglomeraciones en medios de transporte y en las centralidades primarias de las urbes. Carlos Moreno nos habla de la ciudad del cuarto de hora, y este concepto implica tanto razones de funcionamiento urbano como de justicia espacial: una ciudad que construya centralidades barriales disminuye la presión sobre el centro y dota de carácter a los tejidos urbanos con poca identidad. En síntesis, acerca la ciudad a la vivienda en forma de dotación comercial, servicios, nodos de transporte, espacio público, presencia estatal y trabaja en la dirección de territorios más equilibrados, diversos y con flujos mejor distribuidos.

Ciudades como Río de Janeiro y San Pablo (Brasil) empiezan a mostrar procesos de incremento de oficinas vacantes en centros de negocios en la medida que medianas y grandes empresas optan por incrementar la modalidad de home office, disminuyendo los costos fijos. Esto plantea un doble desafío en la medida que se hace preciso compensar de la pérdida a las arcas del Estado que implica esta vacancia – y más aún en momentos en que la presencia estatal se torna imprescindible como garante de la calidad de vida en tiempos de crisis – pero al mismo tiempo, y volvemos a Pandora, esta situación plantea la posibilidad de rehabilitar este stock construido en forma de oferta residencial, transformando de este modo centros de negocios a secas en áreas con mixturas de usos. De hecho – y desde hace tiempo – las ZAC francesas (zonas de actuación concertadas) están trabajando propuestas de edificios con mixtura vertical. De este modo, se podría reutilizar este espacio ocioso recalificando áreas homogéneas. El desafío consistiría en gestionar esa transformación a escala edificio que termina repercutiendo en el espacio urbano.

Otro proceso para resaltar es el que podríamos llamar el sueño del éxodo, a la manera del vuelo blanco de EEUU en la primera mitad del siglo pasado, en el que un elevado porcentaje de población blanca se mudó de los centros a los suburbios ante la llegada de población afroamericana. Hoy se puede decir que ciudadanos/as de altos recursos han iniciado un continuado éxodo a barrios privados, countries o a pequeñas ciudades en cercanías de las grandes ciudades. La conectividad digital y el avance del home office permiten esa deslocalización que impacta directamente en la expansión de la mancha urbana. Este movimiento se apoya en la falacia que confunde densidad con hacinamiento, y ese es un equívoco sobre el que deberemos trabajar sostenida y concienzudamente quienes sostenemos que el único futuro posible de nuestras ciudades es el que nos lleve a urbes densas, consolidadas y en equilibrio con su matriz ambiental.

Por todo esto, sostengo que antes que la llegada de la vacuna salvadora nos haga olvidar lo que estamos pasando, es imprescindible que suscribamos un nuevo acuerdo urbano que nos permita transformar nuestras ciudades en lugares inclusivos, equitativos y con calidad.

Solo así podremos demostrar que hemos aprendido la lección.

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Actividad Económica y Empleo, COVID-19

Actividad económica y empleo local en el contexto de la COVID 19

Nunca el mundo ha estado tan lleno de incertidumbres, pero es preciso tomar medidas, sabiendo que son inestables y que existe un difícil equilibrio entre un adecuado control sanitario y determinados niveles de actividad.

Para gestionar el impacto de la pandemia, se toman medidas como los confinamientos nocturnos y perimetrales o las restricciones de movilidad y de actividad. En consecuencia, las calles y los parques se van llenando de gente y se modifican los usos del espacio urbano y las formas de convivir y trabajar.

Esta crisis ha puesto al descubierto el valor de la vida. Ha redescubierto el valor de la proximidad y el valor que tienen los cuidados y las tareas sencillas que son imprescindibles. Porque ha sido esta economía de la vida, la de la subsistencia, la alimentación y los cuidados, la que no ha parado y la que ha fortalecido los elementos endógenos de nuestras economías.

Junto a ello, cabe destacar cómo se ha materializado la revolución digital con la presencia invasiva y cotidiana de esta tecnología que ha modificado nuestra manera de vivir y de trabajar. Y en este contexto hemos podido constatar que necesitamos menos economía especulativa y mucha más economía sostenible, que incorpore desarrollo tecnológico para generar riqueza con equidad, una economía que tenga en cuenta a las personas y que actúe con responsabilidad social.

Como consecuencia de las medidas adoptadas, se ha reducido la actividad en viajes, turismo, cultura, ocio o restauración, se han incrementado el desempleo, la investigación y la necesidad de disponer de un buen sistema sanitario público, y ha crecido de manera exponencial la digitalización en todos los ámbitos de la vida: el trabajo, la educación, la compra, la sanidad o la administración.

Sin duda, la situación actual requiere de respuestas concretas, que es preciso contemplar con la visión de futuro que nos permita afrontar la necesaria transformación de la actividad económica y el empleo. Hacer ciudades en las que sea posible vivir, trabajar, disfrutar y convivir, supone incorporar estrategias que faciliten la actividad económica y el empleo, y promover el desarrollo local de manera transversal.

Para incidir en la actividad económica los gobiernos locales disponen de diversos instrumentos, algunos muy significativos en el actual contexto, como son:

1.- Un ordenamiento del espacio urbano para adecuar el uso y la distribución del espacio público y favorecer los servicios y el comercio de proximidad

Los confinamientos producen un uso más intensivo y creativo del espacio público, aumentan las demandas y los conflictos de intereses por el uso del espacio y se modifica el paisaje urbano.

La COVID-19 ha puesto sobre el asfalto el “urbanismo táctico” porque es rápido, barato y versátil, y ha pintado de colores las calles, con la intención de retirar coches de la vía pública y hacer las ciudades más saludables. Una ordenación del uso del espacio público que, siendo provisional, permite, si es clara y consensuada, avanzar construyendo un urbanismo que facilite la movilidad sostenible y renueve actividades económicas como el comercio y la restauración.

Disponer de espacio público de calidad ayuda a fomentar la vida de barrio, favorece el paseo y contribuye a reactivar el comercio de proximidad. Así lo valoraba el presidente de una asociación de comerciantes de Barcelona: “pacificando las calles cuidamos la salud de la población y luchamos contra el cambio climático”.

Efectivamente, pacificar el tránsito, cerrar calles, peatonalizar, ampliar espacios para uso de establecimientos de restauración, favorecer desplazamientos peatonales o en bicicleta y asegurar un buen transporte público, son motores para reactivar el tejido comercial de proximidad y avanzar en la necesaria sostenibilidad.

El comercio y los servicios de proximidad son imprescindibles para la vitalidad urbana, si bien han de ser capaces de incorporar nuevas experiencias de compra, hacer posible la integración de la actividad digital y la presencial, y promover el reparto sostenible de la última milla.

2.- Una calificación urbanística que integre la actividad económica en la trama urbana

El planeamiento urbano, competencia municipal, es sin duda un instrumento clave para promover y renovar la actividad económica en la ciudad. La ciudad de usos mixtos requiere la convivencia del uso habitacional y de servicios y equipamientos con la actividad económica. Una actividad que permita la reindustrialización del siglo XXI, con una industria limpia y digitalizada que añada valor y que incorpore talento. Para afrontar el futuro tenemos que promover ahora la planeación que lo haga posible.

En CIDEU hemos venido aprendiendo con el proyecto 22@ de Barcelona, buen referente de cómo transformar un territorio industrial obsoleto situado en el centro urbano, en un distrito innovador con nueva actividad económica, más limpia y que incorpora mayor valor añadido y empleo de más calidad.

Algunos entornos proponen la ciudad de los 15 minutos, en la que se accede a servicios y trabajo en este tiempo. Una propuesta en la que podemos reinventar espacios productivos urbanos basados en edificios industriales de altura y en la co-industria, donde nuevas empresas centradas en la producción de escala pequeña y mediana con servicios asociados, compartirán espacios con tecnología y con vivienda y equipamientos.

3.- Diversificar y renovar la actividad económica promoviendo empresas limpias, sostenibles, digitales y socialmente responsables

Uno de los retos a los que sin duda se enfrentan las ciudades es el desarrollo tecnológico. Las maneras de producir y consumir se están transformado, como también lo hacen las maneras de trabajar y de aprender.

Las ciudades contribuyen al cambio necesario promoviendo facilitando y acompañando actividades económicas que incorporen las tecnologías disponibles, las energías sostenibles, los nuevos servicios a las personas y los modelos de empresa socialmente responsables. Existen instrumentos para ello como las ordenanzas municipales, las agencias de desarrollo local, la utilización de edificios públicos para albergar iniciativas emprendedoras, las plataformas compartidas o la cooperación público privada, así como la cooperación con otras administraciones.

Habrá que dedicar especial atención a las personas y facilitar su formación porque el trabajo que viene requiere una mayor inversión en competencias y en habilidades que nos permitan seguir aprendiendo.

En resumen, creo que promover y renovar actividad económica y el empleo en un marco de confianza y de acuerdos amplios, nos permite afrontar el reto de construir un desarrollo económico local que incorpore la triple sostenibilidad, la medioambiental, la social y la económica, porque ello asegura el futuro y hace viable el presente.

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Ciudades, COVID-19

Renovar la apuesta por el Pensamiento Estratégico Urbano

La crisis sanitaria, social y económica que ha generado la pandemia de la COVID-19 ha sacudido a las administraciones locales, y nos ha obligado a reflexionar sobre la forma en que se venían gestionando las ciudades, y, principalmente, sobre la forma en que las estábamos planificando.

En los Ciclos de Encuentros Iberoamericanos promovidos por CIDEU, en los que las ciudades debaten sobre las múltiples dimensiones de la crisis y comparten propuestas y soluciones, se ha validado que, aunque el contexto incorpora algunos cambios respecto a las prioridades de los desafíos urbanos, el pensamiento estratégico en el diseño de políticas urbanas se mantiene como eje clave en el ejercicio y avance hacia la construcción de ciudades sostenibles, resilientes e inclusivas.

Es por ello que, en la Asamblea General de CIDEU, celebrada el 8 de octubre de 2020, las ciudades y entidades que forman parte de la red suscribieron la Declaración Iberoamericana CIDEU 2020, en la que se reafirma la importancia del pensamiento estratégico urbano para gestionar los nuevos desafíos que plantea la gestión de las ciudades en la crisis de la pandemia.

Invitamos a todos y todas a leer, suscribir y compartir esta declaración.

DECLARACIÓN IBEROAMERICANA CIDEU 2020

A la realización de esta Asamblea General, se han infectado más de 36 millones y las muertes provocadas por la enfermedad han superado el millón de personas, pudiendo subir exponencialmente estas cifras por la lentitud en la llegada de tratamientos y vacunas que mitiguen estos resultados. Más allá de los efectos en la salud, según CEPAL, la economía se contraerá 9,1% en América Latina, trayendo consigo un desempleo de 13,5% e incorporando a la pobreza a 45 millones de habitantes. Tratándose además de la región más urbanizada del mundo, con tres cuartas partes de su población habitando en ciudades, las implicaciones repercuten prioritariamente en ellas, que han visto disminuida repentinamente la condición de bienestar social que pueden proporcionar a sus habitantes.

En ese sentido, la Asamblea General de CIDEU,

CONSIDERA

Que la salud como valor esencial, en relación con el desarrollo urbano, atraviesa por una grave crisis global que las ciudades afrontan combatiendo brechas históricas agudizadas por la pandemia, orientando grandes esfuerzos hacia el bienestar social y el equilibrio ambiental, en medio de inusitadas supresiones temporales de derechos constitucionales, restricciones para ejercer la actividad económica y limitaciones a la libre movilidad.

Que los gobiernos locales, desde su responsabilidad de preservar la convivencia social, aún en circunstancias tan adversas, hacen considerables sacrificios por sostener la dotación de servicios para atender las demandas ciudadanas, a fin de fomentar y afianzar el valor de lo público, como principio fundamental de la convivencia. Paralelamente, han sido asistidos por iniciativas creativas y solidarias de la sociedad civil que han paliado innumerables carencias y deficiencias.

Que urge la revalorización del pensamiento estratégico urbano para asegurar que las intervenciones de contingencia no se aparten del modelo de ciudad que hemos apostado en las últimas décadas, en la que la estrategia debe asumirse como elemento activo, flexible, y fácilmente reprogramable para afrontar los renovados desafíos que se plantean a la ciudad, cuando es preciso identificar lo que debe cambiar, porque la obstaculiza, y lo que debe preservar, porque le aseguran estabilidad, creatividad, confianza y sostenibilidad, y motivan la construcción de democracias renovadas.

Que los gobiernos locales deben afrontar el desafío de reflexionar autocríticamente acerca de las lecciones que deja este período: abrir debates, reunir esfuerzos, involucrar a ciudadanos y ciudadanas para trabajar en conjunto y encaminar el rumbo hacia las “nuevas ciudades”, con la planificación estratégica como instrumento de orientación y los Objetivos de Desarrollo Sostenible como carta de ruta, en especial el ODS 17, en un contexto en que las alianzas, la solidaridad, la cooperación y la transferencia de conocimientos, experiencias y recursos para atender las demandas surgidas, son imprescindibles.

Que la vivienda digna, la proximidad de los ciudadanos con sus empleos, actividades principales y servicios públicos, la movilidad eficiente que privilegia desplazamientos peatonales, en bicicleta y en transporte público adecuado, y el espacio público accesible y seguro, conforman un ámbito deseable para la recuperación de las ciudades, porque potencian los intercambios, la diversidad de las manifestaciones culturales y el acceso equitativo a servicios de calidad. Este nuevo escenario plantea una inminente e ingeniosa reprogramación de las relaciones sociales e institucionales, pero también la estructuración económica de la ciudad en el futuro.

En consecuencia, esta Asamblea de Ciudades Iberoamericanas

DECLARA

Que reafirma la importancia de definir un modelo de ciudad a largo plazo que, aún en tiempos de importantes turbulencias, proporciona la estrategia urbana, sabiendo que una visión clara y concreta de la meta a alcanzar permite que se puedan corregir rutas críticas y proyectos a través de itinerarios de transición que permitan ajustes y reprogramaciones.

Que es necesario integrar el conocimiento técnico y científico, con la experiencia ciudadana sistematizada, especialmente aquellos que generen empleo, emprendimiento y producción, bajo actuales y nuevos supuestos económicos, que cuiden el impacto en el medioambiente y propendan a la inclusión laboral y productiva, con énfasis en aquellos dirigidos a grupos sociales afectados por el desempleo y por pérdida de oportunidades económicas o de asistencia social.

Que urge promover la humanización de las estrategias, para dar mayor valor a los temas de salud pública, reducción de las desigualdades sociales y fomento a la sostenibilidad, sobre aquellas que se basan de manera casi exclusiva en la competitividad económica y tecnológica.

Que las iniciativas de pertenencia social, que han persistido o surgido en la pandemia, deben transformarse en oportunidades de incentivo para la economía popular, especialmente aquellas que puedan convertirse en emprendimientos sociales o ambientales con alta significación para las culturas locales.

Que hay que posicionar en la agenda internacional la necesidad de formular propuestas financieras que contrarresten los déficits y deudas contraídas por los gobiernos locales, para restituir la credibilidad institucional, a través de la gestión eficiente y transparente de los recursos; de impulsar marcos regulatorios modernos que promuevan la planificación estratégica participativa, y de acompañar y apoyar los esfuerzos ciudadanos para superar solidariamente la grave crisis que enfrenta nuestra región y el mundo.

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Ciudades CIDEU, COVID-19

“#Quédate en casa” Imposible para los más pobres

Las fisuras sociales se hacen más visibles en tiempos de crisis. Si bien en esta pandemia todos recomiendan #QUÉDATE EN CASA, para muchos la cuestión es ¿EN CUÁL CASA?, pues tener acceso a una vivienda adecuada y cumplir las recomendaciones sanitarias para prevenir la propagación de la COVID-19 es imposible para muchas familias en el mundo y especialmente en el sur global.

Esta es una invitación a repensarnos como sociedad aprovechando el estado de emergencia y diseñar propuestas para restructurar el apoyo estatal a la vivienda, con soluciones que sirvan a las personas de menores recursos.

En el marco del pensamiento estratégico, la vivienda debe ser considerada como una infraestructura de atención fundamental[1], no solo para sobrevivir a esta crisis sanitaria, sino para poder redireccionar el futuro de las ciudades hacia entornos más saludables y a sus comunidades hacia sistemas socioeconómicos perdurables.

En Colombia, el Censo 2018 muestra que el 36.6% del total de hogares está en déficit habitacional (5.2 millones), de los cuales 1.6 millones están en hacinamiento (5 o más personas por dormitorio); siendo éste solo uno de los aspectos de la grave crisis habitacional que vivimos y que es generalizada en América Latina.

Figura 1: “No hay que mirar muy lejos para darse cuenta de que la ciudad en la que vivimos está llena de infraviviendas”. Fuente: CITU experiencia local – CDMB. Estudio Asentamientos precarios del Área Metropolitana de Bucaramanga- Colombia.

Pensando estratégicamente sobre estas desigualdades, una alternativa es ampliar los tipos de vivienda que cuentan con subsidio estatal para incluir familias de escasos recursos, a las cuales el sistema financiero considera “no aptas para crédito” y por ende, el mercado formal no les ofrece productos.

Como los recursos económicos son escasos, debemos aprovechar esta crisis como oportunidad para restructurar la forma en que diseñamos y gestionamos hábitat de calidad para todos, cambiando la oferta de casas con áreas mínimas en entornos incipientes, que actualmente ofrece el mercado en proyectos subsidiados, por alternativas de calidad que lleguen a más familias. Pasar de solo pensar la unidad, a construir ciudad, aportando a la reducción de inquilinatos y frenando la oferta ilegal de suelo en barrios informales[2].

Es estratégico que los presupuestos públicos se redireccionen para ofrecer barrios que desde su construcción ofrezcan un urbanismo de calidad, entornos con calles completas, parques, equipamientos y mezcla de usos; que favorezca la integración social y espacial de las comunidades y de éstas con la ciudad. Que sus viviendas tengan buenos estándares de habitabilidad, con diseños que permitan flexibilidad de los espacios, entendiendo la vivienda no como mercancía o producto cerrado, sino como un proceso en continuo desarrollo, donde el sujeto que la habita y su calidad de vida sean el foco de atención, viviendas progresivas o incrementales.

Es imperativo promocionar la oferta formal de barrios con viviendas que interpretan la forma en que históricamente las familias han ido moldeando su entorno habitacional privado y aumentando el área construida para desarrollar sus actividades, es decir, comunidades de vivienda incremental.

La incrementalidad no es algo nuevo. En los años 60s-70s, con apoyo del Banco Mundial, se ejecutaron en Latinoamérica muchos programas de desarrollo progresivo o lotes-con-servicios (Vivienda-incremental 1.0), como el proyecto PREVI en Perú, o Guacamayas y Ciudad Bachué en Colombia).

Figura 2: Algunos asentamientos informales se consolidaron adecuadamente, pero otros conservan mala calidad de entorno y crecen sus casas hasta límites que ponen en riesgo a sus habitantes . Fuente: las citadas.

A inicios del siglo XXI estos procesos son reinterpretados por Alejandro Aravena en proyectos de relocalización de comunidades en Chile, proponiendo casas que crecían a partir de “la mitad de una buena casa” (Vivienda-incremental 2.0).

En 2020, y a raíz de las crecientes desigualdades sociales que esta pandemia acentúa, en el equipo de investigación de “Idónea Consultoría” proponemos la construcción de barrios de vivienda incremental de tercera generación (3.0), con uni/bi/multifamiliares en densidades medias, localizados no solo en suelos periféricos sino también en zonas pericentrales de renovación urbana, con urbanismo completo y de calidad, donde se ofrezcan unidades de vivienda en doble altura, con una estructura espacial polivalente que permitan flexibilidad o desarrollo progresivo y crecimiento al interior, donde fácilmente el propietario pueda hacer un entrepiso para duplicar el área construida inicial, pasando así de núcleos de vivienda mínima a buenas “casas de clase media”[3] que además incrementan su valor de cambio y el patrimonio familiar.

Para desarrollar estos proyectos es fundamental la activa participación del Estado y la asistencia técnica de grupos de arquitectos-urbanistas-academia, que instruyan a sus habitantes sobre técnicas constructivas, materialidad y respeto del espacio público, para lograr barrios con hábitat de calidad donde las viviendas no quedan limitadas por la escasez inicial de recursos, sino que evolucionan en el tiempo adaptándose a los modos populares de moldear el entorno, posibilidades económicas y composición de las familias que los habitan.

Figura 3: Un ejemplo de vivienda incremental 3.0. Fuente: Elaboración propia Idónea Consultoría.

El éxito de la financiación y gestión estatal de estos nuevos hábitats dependerá de la decidida aplicación de los instrumentos de planificación y gestión del suelo, para el caso colombiano contemplados en la Ley 388 de 1997, como el anuncio de proyecto, declaratoria de utilidad pública, participación en plusvalías, control de precios del suelo, declaratorias de desarrollo o construcción prioritaria, entre otros.

Esta pandemia de la Covid-19 puede ser una oportunidad estratégica para ofrecer nuevas alternativas de provisión de hábitat para los hogares de menores ingresos, como las comunidades de vivienda incremental, promoviendo la participación directa del Estado en su provisión a través de subsidios, diseños urbanísticos-arquitectónicos innovadores y materiales que aporten a la sostenibilidad global. Hábitats que, además, pueden ser replicados en muchos entornos Latinoamericanos.


[1] C. Ortiz y C. Boano. Stay at home housing as a pivotal infrastructure of care. https://blogs.ucl.ac.uk/dpublog/2020/04/06/stay-at-home-housing-as-a-pivotal-infrastructure-of-care/

[2] Más del 50% del crecimiento de las ciudades y municipios colombianos es de origen informal, según un estudio realizado por el Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio, en conjunto con el Instituto de Estudios Urbanos (IEU) de la Universidad Nacional de Colombia, 2019.

[3] Parafraseando a Alejandro Aravena.

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Ciudades, COVID-19

La gestión de la ciudad sostenible: eficiencia vs. inteligencia pre y post COVID-19

El 2020 llegó para cuestionar paradigmas, evaluar procesos y detener la inercia con la que diseñábamos planes a futuro. Un virus nos hizo mirar de cerca y valorar lo que antes pasaba desapercibido. Lo local cobra vigencia y el mundo se vuelve del tamaño de nuestra vivienda, mientras la globalización se impone y las fronteras se desdibujan ante eventos trasnacionales.

El mundo, convertido en una inmensa red de intercambio, nos muestra que la autonomía es relativa, evidencia que el impacto de las políticas, decisiones y eventos es universal, y acentúa las diferencias entre regiones, países y continentes, con consecuencias mortales para los más vulnerables.

Reaccionamos con enormes dosis de solidaridad y compartimos sus secuelas con visión integral, porque se impone la glocalidad, “pensar global y actuar local” para que el beneficio sea realmente colectivo.

La ciudad demostró su importancia en el panorama mundial y sus autoridades, el peso de sus actuaciones en el control local, por ello, urge activar y capacitar a todos los actores que hacen vida en el territorio: tomadores de decisión, líderes comunitarios, gobernantes, cámaras empresariales y educadores, porque el futuro está literalmente en “nuestras manos”.

En ese contexto, el escenario latinoamericano difiere notoriamente de África, la Unión Europea, Asia o Rusia, quienes tienen prioridades y requerimientos divergentes. Un ejemplo excepcional es el caso de Venezuela, sumergida en una crisis multifuncional, que demanda medidas extraordinarias, no sólo por efectos de la pandemia, sino por una deuda histórica política, económica y social que la separa del mundo y la tendencia universal del desarrollo sostenible.

El CIDEU nos recuerda que la planificación estratégica, entra en la agenda de la administración local como la alternativa a los modelos tradicionales de gestión pública, con el fin de anticipar respuestas a problemas complejos que se dan en escenarios de incertidumbre socioeconómica como los de hoy día.

Sincerar dónde estamos y para dónde vamos, es uno de nuestros grandes retos. Revisar y adecuar los modelos tradicionales de planificación y ordenamiento territorial, reconocer las disfunciones espaciales, sociales y ambientales que se han creado y examinar estándares para proyectar la Ciudad del Día Después.

Una oportunidad histórica para América Latina y el Caribe, donde emergen ciudades con infinidad de temas en común, que podemos analizar juntos para mayor eficacia. Vivimos en contextos políticamente complejos y técnicamente difíciles, que requieren de mayor colaboración multiactoral y sobre todo mayor transversalidad en los estudios y propuestas.

Lograr asentamientos urbanos más inclusivos, armoniosos y solidarios, implica considerar tres escalas “Territorio, ciudad y ciudadanía”, como variables inseparables de una docena de aspectos a debatir:

  1. Fortalecimiento del gobierno local frente a las organizaciones que lideran el comportamiento mundial.
  2. Formación de más y mejores gestores y estrategas urbanos.
  3. Diseño de esquemas funcionales que garanticen control de densidad, suficiencia de equipamientos y servicios,distribución de alimentos y suministros, así como movilidad y accesibilidad para todos.
  4. La ciudad, como célula básica de actuación y motor de desarrollo. Revisión de sus categorías, modelo de crecimiento, escalas y gobernanza.
  5. La vivienda, como estructura básica, más que un techo para dormir, sinónimo de resguardo y seguridad en tiempos de crisis.
  6. La excepcionalidad de los desarrollos informales, así como su priorización dentro del conjunto de actuaciones a futuro
  7. El derecho a contar con un entorno inteligente y el Internet como servicio público básico.
  8. El espacio público como estructurador de la ciudad, elemento de convivencia, promotor de equidad y movilidad sostenible.
  9. El emprendimiento, la economía colaborativa y la financiación de proyectos por alianzas publico-privadas.
  10. La sistematización de la información, gestión en tiempo real y participación activa de la población, con transparencia y eficiencia, es decir, recuperar la confianza en la data pública.
  11. Consolidar la gobernanza en términos de colaboración de esfuerzos, coordinación de voluntades, concertación de intereses y conciliación de oportunidades para avanzar en corresponsabilidad en la construcción de ciudad y ciudadanía (Co-City)
  12.  La eco-eficiencia y la construcción sostenible como premisa para el cambio.

Diferentes organizaciones dedicadas al tema urbano[1], desarrollan ideas y comparten impresiones técnico-políticas, con entes multilaterales[2] que dictan lineamientos y recomendaciones, pero son las estructuras locales las que implementan planes y proyectos, razón por la cual debemos avocarnos a fortalecer sus capacidades.

El futuro del pensamiento urbano, tiene la ciudad como objeto y la tecnología como herramienta. Plantea una nueva sociedad, donde el capital humano tiene más relevancia que el financiero y el acceso a información será más importante que la propiedad, manteniendo siempre la escala humana como objetivo primordial.

Para poder imaginar un mejor futuro, la planificación estratégica deberá procurar que el acceso a la tecnología sea un derecho ciudadano fundamental y que la sistematización de información fidedigna y transparente sea la herramienta para diligenciar demandas y satisfacer las necesidades del colectivo, manteniendo siempre la escala humana de la cotidianidad y las particularidades locales que hacen único cada proceso.


*1 CIDEU, UIM, UCCI, UCGL, Metrópolis, Global Task Force, INTA, entre otras.
*2 ONU Hábitat, BID, BM y CAF, etc.

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