Actividad Económica y Empleo, COVID-19

Actividad económica y empleo local en el contexto de la COVID 19

Nunca el mundo ha estado tan lleno de incertidumbres, pero es preciso tomar medidas, sabiendo que son inestables y que existe un difícil equilibrio entre un adecuado control sanitario y determinados niveles de actividad.

Para gestionar el impacto de la pandemia, se toman medidas como los confinamientos nocturnos y perimetrales o las restricciones de movilidad y de actividad. En consecuencia, las calles y los parques se van llenando de gente y se modifican los usos del espacio urbano y las formas de convivir y trabajar.

Esta crisis ha puesto al descubierto el valor de la vida. Ha redescubierto el valor de la proximidad y el valor que tienen los cuidados y las tareas sencillas que son imprescindibles. Porque ha sido esta economía de la vida, la de la subsistencia, la alimentación y los cuidados, la que no ha parado y la que ha fortalecido los elementos endógenos de nuestras economías.

Junto a ello, cabe destacar cómo se ha materializado la revolución digital con la presencia invasiva y cotidiana de esta tecnología que ha modificado nuestra manera de vivir y de trabajar. Y en este contexto hemos podido constatar que necesitamos menos economía especulativa y mucha más economía sostenible, que incorpore desarrollo tecnológico para generar riqueza con equidad, una economía que tenga en cuenta a las personas y que actúe con responsabilidad social.

Como consecuencia de las medidas adoptadas, se ha reducido la actividad en viajes, turismo, cultura, ocio o restauración, se han incrementado el desempleo, la investigación y la necesidad de disponer de un buen sistema sanitario público, y ha crecido de manera exponencial la digitalización en todos los ámbitos de la vida: el trabajo, la educación, la compra, la sanidad o la administración.

Sin duda, la situación actual requiere de respuestas concretas, que es preciso contemplar con la visión de futuro que nos permita afrontar la necesaria transformación de la actividad económica y el empleo. Hacer ciudades en las que sea posible vivir, trabajar, disfrutar y convivir, supone incorporar estrategias que faciliten la actividad económica y el empleo, y promover el desarrollo local de manera transversal.

Para incidir en la actividad económica los gobiernos locales disponen de diversos instrumentos, algunos muy significativos en el actual contexto, como son:

1.- Un ordenamiento del espacio urbano para adecuar el uso y la distribución del espacio público y favorecer los servicios y el comercio de proximidad

Los confinamientos producen un uso más intensivo y creativo del espacio público, aumentan las demandas y los conflictos de intereses por el uso del espacio y se modifica el paisaje urbano.

La COVID-19 ha puesto sobre el asfalto el “urbanismo táctico” porque es rápido, barato y versátil, y ha pintado de colores las calles, con la intención de retirar coches de la vía pública y hacer las ciudades más saludables. Una ordenación del uso del espacio público que, siendo provisional, permite, si es clara y consensuada, avanzar construyendo un urbanismo que facilite la movilidad sostenible y renueve actividades económicas como el comercio y la restauración.

Disponer de espacio público de calidad ayuda a fomentar la vida de barrio, favorece el paseo y contribuye a reactivar el comercio de proximidad. Así lo valoraba el presidente de una asociación de comerciantes de Barcelona: “pacificando las calles cuidamos la salud de la población y luchamos contra el cambio climático”.

Efectivamente, pacificar el tránsito, cerrar calles, peatonalizar, ampliar espacios para uso de establecimientos de restauración, favorecer desplazamientos peatonales o en bicicleta y asegurar un buen transporte público, son motores para reactivar el tejido comercial de proximidad y avanzar en la necesaria sostenibilidad.

El comercio y los servicios de proximidad son imprescindibles para la vitalidad urbana, si bien han de ser capaces de incorporar nuevas experiencias de compra, hacer posible la integración de la actividad digital y la presencial, y promover el reparto sostenible de la última milla.

2.- Una calificación urbanística que integre la actividad económica en la trama urbana

El planeamiento urbano, competencia municipal, es sin duda un instrumento clave para promover y renovar la actividad económica en la ciudad. La ciudad de usos mixtos requiere la convivencia del uso habitacional y de servicios y equipamientos con la actividad económica. Una actividad que permita la reindustrialización del siglo XXI, con una industria limpia y digitalizada que añada valor y que incorpore talento. Para afrontar el futuro tenemos que promover ahora la planeación que lo haga posible.

En CIDEU hemos venido aprendiendo con el proyecto 22@ de Barcelona, buen referente de cómo transformar un territorio industrial obsoleto situado en el centro urbano, en un distrito innovador con nueva actividad económica, más limpia y que incorpora mayor valor añadido y empleo de más calidad.

Algunos entornos proponen la ciudad de los 15 minutos, en la que se accede a servicios y trabajo en este tiempo. Una propuesta en la que podemos reinventar espacios productivos urbanos basados en edificios industriales de altura y en la co-industria, donde nuevas empresas centradas en la producción de escala pequeña y mediana con servicios asociados, compartirán espacios con tecnología y con vivienda y equipamientos.

3.- Diversificar y renovar la actividad económica promoviendo empresas limpias, sostenibles, digitales y socialmente responsables

Uno de los retos a los que sin duda se enfrentan las ciudades es el desarrollo tecnológico. Las maneras de producir y consumir se están transformado, como también lo hacen las maneras de trabajar y de aprender.

Las ciudades contribuyen al cambio necesario promoviendo facilitando y acompañando actividades económicas que incorporen las tecnologías disponibles, las energías sostenibles, los nuevos servicios a las personas y los modelos de empresa socialmente responsables. Existen instrumentos para ello como las ordenanzas municipales, las agencias de desarrollo local, la utilización de edificios públicos para albergar iniciativas emprendedoras, las plataformas compartidas o la cooperación público privada, así como la cooperación con otras administraciones.

Habrá que dedicar especial atención a las personas y facilitar su formación porque el trabajo que viene requiere una mayor inversión en competencias y en habilidades que nos permitan seguir aprendiendo.

En resumen, creo que promover y renovar actividad económica y el empleo en un marco de confianza y de acuerdos amplios, nos permite afrontar el reto de construir un desarrollo económico local que incorpore la triple sostenibilidad, la medioambiental, la social y la económica, porque ello asegura el futuro y hace viable el presente.

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Ciudades, COVID-19

Renovar la apuesta por el Pensamiento Estratégico Urbano

La crisis sanitaria, social y económica que ha generado la pandemia de la COVID-19 ha sacudido a las administraciones locales, y nos ha obligado a reflexionar sobre la forma en que se venían gestionando las ciudades, y, principalmente, sobre la forma en que las estábamos planificando.

En los Ciclos de Encuentros Iberoamericanos promovidos por CIDEU, en los que las ciudades debaten sobre las múltiples dimensiones de la crisis y comparten propuestas y soluciones, se ha validado que, aunque el contexto incorpora algunos cambios respecto a las prioridades de los desafíos urbanos, el pensamiento estratégico en el diseño de políticas urbanas se mantiene como eje clave en el ejercicio y avance hacia la construcción de ciudades sostenibles, resilientes e inclusivas.

Es por ello que, en la Asamblea General de CIDEU, celebrada el 8 de octubre de 2020, las ciudades y entidades que forman parte de la red suscribieron la Declaración Iberoamericana CIDEU 2020, en la que se reafirma la importancia del pensamiento estratégico urbano para gestionar los nuevos desafíos que plantea la gestión de las ciudades en la crisis de la pandemia.

Invitamos a todos y todas a leer, suscribir y compartir esta declaración.

DECLARACIÓN IBEROAMERICANA CIDEU 2020

A la realización de esta Asamblea General, se han infectado más de 36 millones y las muertes provocadas por la enfermedad han superado el millón de personas, pudiendo subir exponencialmente estas cifras por la lentitud en la llegada de tratamientos y vacunas que mitiguen estos resultados. Más allá de los efectos en la salud, según CEPAL, la economía se contraerá 9,1% en América Latina, trayendo consigo un desempleo de 13,5% e incorporando a la pobreza a 45 millones de habitantes. Tratándose además de la región más urbanizada del mundo, con tres cuartas partes de su población habitando en ciudades, las implicaciones repercuten prioritariamente en ellas, que han visto disminuida repentinamente la condición de bienestar social que pueden proporcionar a sus habitantes.

En ese sentido, la Asamblea General de CIDEU,

CONSIDERA

Que la salud como valor esencial, en relación con el desarrollo urbano, atraviesa por una grave crisis global que las ciudades afrontan combatiendo brechas históricas agudizadas por la pandemia, orientando grandes esfuerzos hacia el bienestar social y el equilibrio ambiental, en medio de inusitadas supresiones temporales de derechos constitucionales, restricciones para ejercer la actividad económica y limitaciones a la libre movilidad.

Que los gobiernos locales, desde su responsabilidad de preservar la convivencia social, aún en circunstancias tan adversas, hacen considerables sacrificios por sostener la dotación de servicios para atender las demandas ciudadanas, a fin de fomentar y afianzar el valor de lo público, como principio fundamental de la convivencia. Paralelamente, han sido asistidos por iniciativas creativas y solidarias de la sociedad civil que han paliado innumerables carencias y deficiencias.

Que urge la revalorización del pensamiento estratégico urbano para asegurar que las intervenciones de contingencia no se aparten del modelo de ciudad que hemos apostado en las últimas décadas, en la que la estrategia debe asumirse como elemento activo, flexible, y fácilmente reprogramable para afrontar los renovados desafíos que se plantean a la ciudad, cuando es preciso identificar lo que debe cambiar, porque la obstaculiza, y lo que debe preservar, porque le aseguran estabilidad, creatividad, confianza y sostenibilidad, y motivan la construcción de democracias renovadas.

Que los gobiernos locales deben afrontar el desafío de reflexionar autocríticamente acerca de las lecciones que deja este período: abrir debates, reunir esfuerzos, involucrar a ciudadanos y ciudadanas para trabajar en conjunto y encaminar el rumbo hacia las “nuevas ciudades”, con la planificación estratégica como instrumento de orientación y los Objetivos de Desarrollo Sostenible como carta de ruta, en especial el ODS 17, en un contexto en que las alianzas, la solidaridad, la cooperación y la transferencia de conocimientos, experiencias y recursos para atender las demandas surgidas, son imprescindibles.

Que la vivienda digna, la proximidad de los ciudadanos con sus empleos, actividades principales y servicios públicos, la movilidad eficiente que privilegia desplazamientos peatonales, en bicicleta y en transporte público adecuado, y el espacio público accesible y seguro, conforman un ámbito deseable para la recuperación de las ciudades, porque potencian los intercambios, la diversidad de las manifestaciones culturales y el acceso equitativo a servicios de calidad. Este nuevo escenario plantea una inminente e ingeniosa reprogramación de las relaciones sociales e institucionales, pero también la estructuración económica de la ciudad en el futuro.

En consecuencia, esta Asamblea de Ciudades Iberoamericanas

DECLARA

Que reafirma la importancia de definir un modelo de ciudad a largo plazo que, aún en tiempos de importantes turbulencias, proporciona la estrategia urbana, sabiendo que una visión clara y concreta de la meta a alcanzar permite que se puedan corregir rutas críticas y proyectos a través de itinerarios de transición que permitan ajustes y reprogramaciones.

Que es necesario integrar el conocimiento técnico y científico, con la experiencia ciudadana sistematizada, especialmente aquellos que generen empleo, emprendimiento y producción, bajo actuales y nuevos supuestos económicos, que cuiden el impacto en el medioambiente y propendan a la inclusión laboral y productiva, con énfasis en aquellos dirigidos a grupos sociales afectados por el desempleo y por pérdida de oportunidades económicas o de asistencia social.

Que urge promover la humanización de las estrategias, para dar mayor valor a los temas de salud pública, reducción de las desigualdades sociales y fomento a la sostenibilidad, sobre aquellas que se basan de manera casi exclusiva en la competitividad económica y tecnológica.

Que las iniciativas de pertenencia social, que han persistido o surgido en la pandemia, deben transformarse en oportunidades de incentivo para la economía popular, especialmente aquellas que puedan convertirse en emprendimientos sociales o ambientales con alta significación para las culturas locales.

Que hay que posicionar en la agenda internacional la necesidad de formular propuestas financieras que contrarresten los déficits y deudas contraídas por los gobiernos locales, para restituir la credibilidad institucional, a través de la gestión eficiente y transparente de los recursos; de impulsar marcos regulatorios modernos que promuevan la planificación estratégica participativa, y de acompañar y apoyar los esfuerzos ciudadanos para superar solidariamente la grave crisis que enfrenta nuestra región y el mundo.

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Ciudades, Innovación

Ciudades de plataforma: ¿nuevo paradigma urbano?

Desde fines del año pasado, producto de la pandemia de la COVID-19, las ciudades han sufrido el embate de una crisis multidimensional de consecuencias impredecibles. La pandemia no solo trajo cambios en la vida cotidiana de las sociedades urbanas, sino también en las dinámicas y estructura de las urbes. Estas mutaciones ya se prefiguraban en los ámbitos sociales, económicos, culturales y, sobre todo tecnológicos, pero se aceleraron significativamente en esta coyuntura pandémica.

De allí que muchas actividades materiales, propias de la ciudad, se trasladan hacia el mundo virtual, cuestión que, con la pandemia y las políticas adoptadas, se generalizan. Hoy se vive la masificación de la Teleeducación, Telecomercio, Teletrabajo, Telegobierno, Telesalud, actividades urbanas, que conducen a la mutación de la urbanización, bajo la lógica de lo que podría denominarse teleciudad; esto es, de un tránsito de la ciudad material (urbs) hacia otra de carácter virtual. En esta línea, la infraestructura de plataforma produce un viraje sustancial en la ciudad.

Ciudades de plataforma

El auge de las plataformas digitales significa un nuevo modelo de economía, sustentado en la descentralización productiva y en la flexibilización laboral global (Todolí, 2015). Se trata de una estructura económica flexible que no invierte en bienes (taxis, viviendas, fábricas y comercios) pero sí usufructúa de ellos. En este nuevo orden económico el consumo es impuesto por la oferta, como el pequeño capital y la fuerza de trabajo son colocados en el papel de colaboradores, lo cual le exime al capital del reconocimiento de derechos laborales y del pago de impuestos (evasión fiscal). Esta economía colaborativa, de tendencia neoliberal, evade las normas legales para obtener mayor ventaja y eficiencia económica, gracias al uso intensivo de bienes y recursos de propiedad de terceros. A ello se añade la inteligencia artificial que articula, por un lado, información proporcionada inconscientemente por la población y procesada por algoritmos que determinan sus comportamientos sociales; y por otro, al productor y al consumidor bajo una misma figura (prosumidor) Carrión y Cepeda, 2020).

Las infraestructuras urbanas, que son la base material de la ciudad, se trasladan al mundo remoto de las plataformas, configurando un nuevo paradigma urbano sustentado en el tránsito del espacio de los lugares al de los flujos (Castells, 1974) cuestión que se acrecienta con las políticas de reclusión en el mundo doméstico, acelerando, potenciando y masificando el uso de las tecnologías. Aquí tres ejemplos de la metamorfósis:

  • La urbe se configura a partir de un triple ensamble estructural: i) la ciudad físico material; ii) la ciudad de los imaginarios urbanos; y iii) la teleciudad. La urbanización transita desde su constitución original de la contradicción campo y ciudad; sigue con la consolidación de la ciudad nuclear o central; luego con la formación de un sistema urbano (ciudad global); para llegar al momento actual de la superabundancia tecnológica, con la teleciudad, que expresa una nueva articulación del ciberespacio (software) con su contraparte material (hardware) en el domicilio y en las centralidades convertidas en los nodos de articulación global, evidenciando una nueva articulación del espacio virtual -interfaz neuronal- con el material -la bóveda-[1].
  • La teleciudad comprende una nueva realidad urbana que abarca al conjunto de las actividades que se despliegan en las plataformas multiuso, altamente flexibles y dúctiles. Allí se ubican los servicios de la vida cotidiana, produciendo una reorganización espacial de las ciudades, a partir de tres modificaciones interrelacionadas: La Relocalización de las actividades principales de producción y consumo de bienes, servicios y trabajo, del mundo físico-material al virtual, con lo cual el mundo telemático se acrecienta[2]. La Deslocalización del trabajo y los servicios de zonas urbanas tradicionales hacia otras ciudades o periferias de regiones urbanas, provocando la desinversión en las zonas urbanas centrales[3]. Y la Alocalización del trabajo, porque se contrata desde cualquier lugar del mundo en función del precio y calificación de la fuerza de trabajo; como también los servicios pierden localidad debido a su carácter global, con ofertas producidas en cualquier lugar, pero comercializadas por plataformas con requerimiento de pago electrónico.
  • Las nuevas desigualdades urbanas que nacen de la economía colaborativa (brechas tecnológicas) se suman a las históricas, provenientes del marco jurídico (legal/ilegal; formal/informal) y de la soberanía del consumidor (oferta/demanda). En la era del fordismo la constante y acelerada movilidad significó un auge del sector automotriz y, por lo tanto, el crecimiento acelerado de las ciudades, mientras en la actualidad la necesidad de movilidad se reduce, pero aumenta la demanda de conectividad. El modelo fordista de producción aumentó el ejército de trabajadores localizados en las cercanías de las zonas industriales y periféricas, cuando ahora significa la precarización y el aumento del ejército de reserva en condiciones de informalidad.

Conclusiones

El paso de una ciudad material a una teleciudad, inscrita en un sistema global de interconexión, se presenta como un reto más de las políticas urbanas actuales. ¿Cómo hacer política urbana desde un gobierno local cuando el grueso de las actividades más significativas se ubica en el ciberespacio, son globales y de carácter privado? ¿Cómo definir políticas urbanas integrales a partir de los fragmentos provenientes de una inteligencia artificial adscrita a un sistema global de interconexión? Por lo tanto, la aparente paralización de las ciudades en este último año no fue total, pero sí bastante desigual, gracias a los cambios que la tecnología está introduciendo en nuestras ciudades; uno de ellos es la profundización de la precarización laboral, la informalidad y las brechas de acceso tecnológico que aumentan la inequidad.


[1] Metáfora del robo del siglo: antes se debía entrar a la bóveda del banco para hurtar, mientras ahora es al cerebro de la computadora.
[2] “El trabajo remoto al menos una vez por semana ha crecido un 400% desde 2010” (Businesswire, 2020)
[3] “Londres la mitad de las constructoras piensan reducir sus proyectos ante una previsible caída del 20-30% de las tasas de ocupación de oficinas”. (Política Exterior, 2020)


Referencias

  • Carrión, F y Cepeda, P (2020). “Ciudades de plataforma: la uberización”, en Revista Foro No 101, Bogotá.
  • Castells, M. (1974). La cuestión urbana. Madrid: Marsilio Editori.
  • Todolí, A. (2015). El impacto de la Uber Economy en las relaciones laborales: los efectos de las plataformas virtuales en el contrato de trabajo. IUSLabor.
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Ciudades CIDEU, COVID-19

“#Quédate en casa” Imposible para los más pobres

Las fisuras sociales se hacen más visibles en tiempos de crisis. Si bien en esta pandemia todos recomiendan #QUÉDATE EN CASA, para muchos la cuestión es ¿EN CUÁL CASA?, pues tener acceso a una vivienda adecuada y cumplir las recomendaciones sanitarias para prevenir la propagación de la COVID-19 es imposible para muchas familias en el mundo y especialmente en el sur global.

Esta es una invitación a repensarnos como sociedad aprovechando el estado de emergencia y diseñar propuestas para restructurar el apoyo estatal a la vivienda, con soluciones que sirvan a las personas de menores recursos.

En el marco del pensamiento estratégico, la vivienda debe ser considerada como una infraestructura de atención fundamental[1], no solo para sobrevivir a esta crisis sanitaria, sino para poder redireccionar el futuro de las ciudades hacia entornos más saludables y a sus comunidades hacia sistemas socioeconómicos perdurables.

En Colombia, el Censo 2018 muestra que el 36.6% del total de hogares está en déficit habitacional (5.2 millones), de los cuales 1.6 millones están en hacinamiento (5 o más personas por dormitorio); siendo éste solo uno de los aspectos de la grave crisis habitacional que vivimos y que es generalizada en América Latina.

Figura 1: “No hay que mirar muy lejos para darse cuenta de que la ciudad en la que vivimos está llena de infraviviendas”. Fuente: CITU experiencia local – CDMB. Estudio Asentamientos precarios del Área Metropolitana de Bucaramanga- Colombia.

Pensando estratégicamente sobre estas desigualdades, una alternativa es ampliar los tipos de vivienda que cuentan con subsidio estatal para incluir familias de escasos recursos, a las cuales el sistema financiero considera “no aptas para crédito” y por ende, el mercado formal no les ofrece productos.

Como los recursos económicos son escasos, debemos aprovechar esta crisis como oportunidad para restructurar la forma en que diseñamos y gestionamos hábitat de calidad para todos, cambiando la oferta de casas con áreas mínimas en entornos incipientes, que actualmente ofrece el mercado en proyectos subsidiados, por alternativas de calidad que lleguen a más familias. Pasar de solo pensar la unidad, a construir ciudad, aportando a la reducción de inquilinatos y frenando la oferta ilegal de suelo en barrios informales[2].

Es estratégico que los presupuestos públicos se redireccionen para ofrecer barrios que desde su construcción ofrezcan un urbanismo de calidad, entornos con calles completas, parques, equipamientos y mezcla de usos; que favorezca la integración social y espacial de las comunidades y de éstas con la ciudad. Que sus viviendas tengan buenos estándares de habitabilidad, con diseños que permitan flexibilidad de los espacios, entendiendo la vivienda no como mercancía o producto cerrado, sino como un proceso en continuo desarrollo, donde el sujeto que la habita y su calidad de vida sean el foco de atención, viviendas progresivas o incrementales.

Es imperativo promocionar la oferta formal de barrios con viviendas que interpretan la forma en que históricamente las familias han ido moldeando su entorno habitacional privado y aumentando el área construida para desarrollar sus actividades, es decir, comunidades de vivienda incremental.

La incrementalidad no es algo nuevo. En los años 60s-70s, con apoyo del Banco Mundial, se ejecutaron en Latinoamérica muchos programas de desarrollo progresivo o lotes-con-servicios (Vivienda-incremental 1.0), como el proyecto PREVI en Perú, o Guacamayas y Ciudad Bachué en Colombia).

Figura 2: Algunos asentamientos informales se consolidaron adecuadamente, pero otros conservan mala calidad de entorno y crecen sus casas hasta límites que ponen en riesgo a sus habitantes . Fuente: las citadas.

A inicios del siglo XXI estos procesos son reinterpretados por Alejandro Aravena en proyectos de relocalización de comunidades en Chile, proponiendo casas que crecían a partir de “la mitad de una buena casa” (Vivienda-incremental 2.0).

En 2020, y a raíz de las crecientes desigualdades sociales que esta pandemia acentúa, en el equipo de investigación de “Idónea Consultoría” proponemos la construcción de barrios de vivienda incremental de tercera generación (3.0), con uni/bi/multifamiliares en densidades medias, localizados no solo en suelos periféricos sino también en zonas pericentrales de renovación urbana, con urbanismo completo y de calidad, donde se ofrezcan unidades de vivienda en doble altura, con una estructura espacial polivalente que permitan flexibilidad o desarrollo progresivo y crecimiento al interior, donde fácilmente el propietario pueda hacer un entrepiso para duplicar el área construida inicial, pasando así de núcleos de vivienda mínima a buenas “casas de clase media”[3] que además incrementan su valor de cambio y el patrimonio familiar.

Para desarrollar estos proyectos es fundamental la activa participación del Estado y la asistencia técnica de grupos de arquitectos-urbanistas-academia, que instruyan a sus habitantes sobre técnicas constructivas, materialidad y respeto del espacio público, para lograr barrios con hábitat de calidad donde las viviendas no quedan limitadas por la escasez inicial de recursos, sino que evolucionan en el tiempo adaptándose a los modos populares de moldear el entorno, posibilidades económicas y composición de las familias que los habitan.

Figura 3: Un ejemplo de vivienda incremental 3.0. Fuente: Elaboración propia Idónea Consultoría.

El éxito de la financiación y gestión estatal de estos nuevos hábitats dependerá de la decidida aplicación de los instrumentos de planificación y gestión del suelo, para el caso colombiano contemplados en la Ley 388 de 1997, como el anuncio de proyecto, declaratoria de utilidad pública, participación en plusvalías, control de precios del suelo, declaratorias de desarrollo o construcción prioritaria, entre otros.

Esta pandemia de la Covid-19 puede ser una oportunidad estratégica para ofrecer nuevas alternativas de provisión de hábitat para los hogares de menores ingresos, como las comunidades de vivienda incremental, promoviendo la participación directa del Estado en su provisión a través de subsidios, diseños urbanísticos-arquitectónicos innovadores y materiales que aporten a la sostenibilidad global. Hábitats que, además, pueden ser replicados en muchos entornos Latinoamericanos.


[1] C. Ortiz y C. Boano. Stay at home housing as a pivotal infrastructure of care. https://blogs.ucl.ac.uk/dpublog/2020/04/06/stay-at-home-housing-as-a-pivotal-infrastructure-of-care/

[2] Más del 50% del crecimiento de las ciudades y municipios colombianos es de origen informal, según un estudio realizado por el Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio, en conjunto con el Instituto de Estudios Urbanos (IEU) de la Universidad Nacional de Colombia, 2019.

[3] Parafraseando a Alejandro Aravena.

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Ciudades, Innovación

Ciudades digitales: una oportunidad ante la crisis de la COVID-19

Las ciudades son entes complejos, vivos, cambiantes y mutantes, por lo que deben de ser analizados bajo enfoques holísticos. A pesar de que la crisis de la COVID-19 nos ha cambiado la vida a todos, la forma de trabajar, la forma de estudiar, de vivir, pero sobre todo de convivir; no podemos ni siquiera imaginar que la nueva normalidad implique dejar las ciudades y regresar al campo. Las ciudades conservan y continuarán conservando el rol principal y protagonista en la convivencia social.

Las ciudades son motores económicos y focos de coagulación social, llenos de retos que resolver, convirtiéndose en el campo de batalla para mejorar la vida de sus habitantes. Más del 52% de la población humana habita en ciudades, que ocupan más del 2% de la superficie de la tierra, más del 75% de consumo de energía se genera en las ciudades y más del 80% de los contaminantes son producidos en ellas.

Aquí es donde la tecnología juega un rol demasiado importante. Nuestra sociedad se ha transformado de agrícola a industrial a post industrial a sociedad de información, y su nueva mutación es a sociedad del conocimiento.

Tenemos que cambiar el paradigma en la visión que creíamos correcta de transformar y planear el territorio. Nuestras ciudades, que solemos pensar solamente como un espacio físico o territorio, en realidad tienen un gemelo digital, donde los habitantes que convivimos en ellas vamos dejando rastros en nuestra manera de utilizar la ciudad.

Estos rastros digitales tienen consecuencias y efectos sobre las personas que los crean o que los generan. Cómo analizar esos datos, esa capacidad de organizar la información en búsqueda de un resultado, nos da la capacidad de utilizarlos.

Hoy en día, el 80% de los datos públicos se encuentran en manos privadas. Datos que nos permiten crear y descubrir realidades invisibles, que a partir de nuevos métodos nos permiten cerrar la escala macro de tendencias sociales, a escala micro, de región o ciudad a comunal, de barrio o inclusive colonia a manzana. No podemos pensar al ser humano que socialmente no rebote ideas cara a cara, a esto se le llama comunicación. Debemos reinventar la correlación entre la distancia espacial y la colaboración, porque las ciudades nunca dejarán de ser polinizadoras de ideas.

Se trata de encontrar datos en tiempo real, que, analizados, ordenados y codificados, nos ayuden a generar grandes resultados para resolver necesidades humanas. Estas realidades invisibles nos permiten replantear o reinventar soluciones a nuestros problemas urbanos.

También debemos ser conscientes de que la tecnología tiene un lado obscuro, que puede afectar a la gobernanza democrática, por la privatización de los datos públicos. Tendríamos que resolver, quién debe ser el dueño de los datos, quién los genera y quién los almacena, pero esto es tema de otro gran debate.

En las ciudades lo público y lo privado está sumamente entrelazado, es el rol del Estado administrar y regular esta correlación, pero ahora el espacio público no solo es espacio físico, sino también virtual. En este proceso de aprendizaje hay que involucrar los actores sociales y la sociedad civil, para definir las reglas y hacer que la transición digital no se monetice y se convierta en una solución para todos.

Hemos visto cómo a través de las redes sociales las protestas virtuales generan grandes cambios en el contexto social y político. Estamos creando una posverdad, ya que no todo lo que se informa es cierto, cambiando la función y las posturas del ser humano ante sus semejantes, alterando este equilibrio funcional, convirtiendo a la tecnología y a sus instrumentos como las prácticas políticas de hoy.

Pero finalmente el costo tecnológico por metro cuadrado sigue y seguirá siendo siempre menor que el de la infraestructura física. El gap digital se está ejecutando en tiempos muy cortos, mucho menores al crecimiento mismo de la infraestructura física. El futuro digital ya llegó, es perfectamente asequible para nuestras comunidades latinoamericanas. Es una realidad del mundo: donde avanzan las tecnologías, avanzan en paralelo las sociedades.

Para conocer algunos ejemplos de la tecnología al servicio de las ciudades, recomiendo acceder al Senseable City Laboratory del Instituto Tecnológico de Massachusetts, que, como ellos mismos citan, desarrolla e implementa herramientas para aprender sobre las ciudades y para que las ciudades puedan aprender sobre nosotros.

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